1. Introducción
1.1 ¿Revelación o ficción?
En los últimos años, hemos sido testigos de un proceso de recuperación de la literatura escrita por mujeres en todo el mundo. En Canarias, el rescate de Josefina de la Torre, iniciado poco antes de su fallecimiento en 2002, se consolidó con la conmemoración del centenario de su nacimiento, en 2007. La celebración del Día de las Letras Canarias en su honor, en el año 2020, ha venido para culminar un proceso de difusión que la autora merecía y no había recibido. Con la publicación de su material inédito (Torre, 2020a, 2020b, 2020c, 2020d) y la reedición de la obra que hoy nos ocupa (Torre, 2019), empieza a vislumbrarse la luz de esta estrella que había pasado tanto tiempo en sombra, lamentablemente, junto a otras autoras y creadoras de todos los siglos.
Sin embargo, existe otro hito de vital importancia en la divulgación de la autora, que no suele ser referido por la crítica. Se trata de la inclusión de Josefina de la Torre en la nómina de autores para las Pruebas de Acceso a la Universidad en la Comunidad Canaria, gracias, fundamentalmente, a la labor y el esfuerzo del profesor José Ramos Arteaga, de la Universidad de La Laguna, que apostó por ella luchando contra viento y marea, pese a los múltiples impedimentos que encontró en su camino. Considerar este dato es crucial, por la gran capacidad de difusión que ha supuesto y el alcance de un público considerable. Así, en la actualidad, todos los estudiantes que cursan Bachillerato en Canarias tienen la oportunidad de estudiar la vida y la obra de Josefina de la Torre. De hecho, es loable el trabajo que se lleva a cabo en los centros educativos y es preciso considerar iniciativas como la Constelación de escritoras canarias[1]La Constelación de escritoras canarias es un proyecto educativo destinado al alumnado de Educación Primaria, Secundaria y Bachillerato que ofrece información de las autoras, material didáctico y entrevistas, promovido por el Servicio de … Seguir leyendo, en su interés por visibilizar nuestras autoras y acercar la formación literaria a los más jóvenes. Ellos serán los lectores, los investigadores, los ciudadanos del futuro.
Por el contrario, y, por desgracia, las generaciones anteriores no tuvimos esa suerte. Hasta hace bien poco, las mujeres no solían aparecer en los planes de estudio. Tomemos por ejemplo a Ignacia de Lara, representante del modernismo grancanario junto a Tomás Morales, Alonso Quesada o Saulo Torón, que, desgraciadamente, es mucho más desconocida (v. Martín Padilla, 2019). Particularmente, cuando supe de la existencia de Josefina de la Torre, ya había terminado la licenciatura en Filología Española y, sin embargo, nunca antes había oído, siquiera, mencionar su nombre. Y aunque me especialicé en el estudio de la lengua, el deseo de conocer su obra publicada bajo pseudónimo me impulsó a buscar y adquirir muchas de sus novelas de quiosco, navegando por los mares internáuticos. Conseguí así la primera edición de Memorias de una estrella (Torre, 1954) y en seguida comprendí su valor. ¿Revelación o ficción? ¿Puede leerse entre sus páginas el testimonio de una vida como actriz, o debemos analizarlo desde una óptica meramente ficcional?
Como bien advierte Alberto García-Aguilar (2019), la crítica ha centrado su atención mayoritariamente en la poesía de Josefina, a pesar de que cuenta con una extensa obra en prosa. Prueba de ello es el imponente volumen, recientemente publicado bajo el título Las novelas de Laura de Comminges, que reúne sus obras de la colección La novela Ideal, al que hemos de sumar Cuando el ayer no puede ser mañana. Prosa breve reunida, ambas a cargo de Fran Garcerá (Torre 2020c y 2020d). Especialmente, en lo relativo a sus novelas de quiosco, contamos exclusivamente con los trabajos de García-Aguilar (2019), Gallo Soler (2016) y Martín Padilla (2015c), que analiza específicamente Memorias de una estrella.
1.2. Voces que se entrelazan
Memorias de una estrella comienza de forma enigmática, utilizando el viejo recurso del manuscrito encontrado. La voz del narrador corresponde a una mujer periodista que, pese a ser citada para una entrevista convencional, acaba recibiendo el diario de la famosa actriz.
He escrito mis memorias –empezó diciendo con voz grave-. Todas tenemos algo que contar en la vida, y nosotras, las que nos hemos dedicado al arte, poseemos más episodios, más anécdotas de interés y emoción que nuestras amigas, aquellas que se casaron en una provincia y tuvieron muchos hijos… (2019: 23)[2]Citamos las páginas de la edición más reciente de Memorias de una estrella (Torre, 2019), más fácilmente accesible y disponible, en lugar de la primera edición de 1954..
Con estas palabras es cómo Bela Z, la protagonista, parece querer diferenciarse de las mujeres que tuvieron una vida normativa, desempeñando el papel que la sociedad esperaba de ellas. Esa vida que Josefina, por suerte para nosotras, tampoco tuvo.
Josefina fue una artista independiente que vivió de su propio trabajo. Aunque tuvo la suerte de pertenecer a una familia acomodada, que posibilitó su formación en la capital y facilitó su acceso a los mejores entornos culturales, fue su personalidad activa y atrevida lo que le permitió bailar entre la creación literaria, la interpretación y la música. Como poeta es una de las escritoras vinculadas a la Generación del 27. Para avalarlo, suele referirse que su primera obra, Versos y estampas, publicada precisamente en 1927, fue prologada por Pedro Salinas; o que se la incluyó en dos famosas compilaciones de la época: la segunda edición de la Poesía española. Antología (Contemporáneos) de Gerardo Diego y en la antología francesa Poètes espagnols d’aujourd’hui de Mathilde Pomès. Asimismo, Rodríguez Mata (2018), destaca especialmente el papel de Josefina en la renovación de la lírica neopopularista, junto a autores como Rafael Alberti y Federico García Lorca, con los que tuvo contacto y, quizás, interinfluencias. Lo cierto es que, junto al grupo de escritores y creadores de la Edad de Plata, participó de la efervescencia cultural madrileña cercana a la Residencia de Estudiantes y al Lyceum Club Femenino, que tan necesario impulso dio a las pensadoras de los años veinte y treinta. Más recientemente, se la considera una de las principales exponentes del movimiento las «Sinsombrero».
Como actriz, comenzó siendo voz de doblaje en los estudios franceses de la Paramount, participó en infinitud de compañías teatrales (Coello Hernández, 2020) y trabajó en el cine de los años cuarenta (Ramírez Guedes, 1998; García-Aguilar, 2020). Pero, por si fuera poco, trabajó en el teatro radiofónico y en la televisión en sus últimos años de vida. Por último, su formación como soprano la llevó a participar en la Orquesta Sinfónica de Madrid, en zarzuelas y en musicales, como Sonrisas y Lágrimas. Con todo, y sin ánimo de detenernos demasiado en cuestiones biográficas, este resumen, aunque breve, da cuenta de la fuerza de su dinamismo, de la capacidad de renovación y reinvención artística continua que caracterizan a Josefina de la Torre.
Su vida no fue, por tanto, una vida provinciana común. Muy al contrario. Seguramente vivió como una estrella y se movió en los entornos artísticos más variopintos. En ambientes lujosos, como los que describe en su obra. De ahí que, el recurso del manuscrito encontrado no sea más que una estrategia de distanciamiento para poder hablar de una verdad oculta, que solo quien se haya movido entre focos y claquetas podría describir. Pero, como es una verdad un tanto sórdida, Josefina tuvo el ingenio de esconderla entre varias voces, que se entrelazan: en primer lugar, la del personaje de la actriz Bela Z y, en segundo lugar, la de la periodista, que publica su diario.
2. La publicación y su veracidad
En torno a la publicación del manuscrito ficcional, y en torno a la publicación de la obra real, se abren algunos interrogantes. En la obra, el personaje de la periodista, curiosamente y, según sus propias palabras, no publica inmediatamente el manuscrito hallado, sino que deja pasar varios años tras su recepción. La hipótesis de que Memorias de una estrella pudo ser también un texto escrito con anterioridad a su publicación (Martín Padilla, 2015c), cobra sentido cuando observamos que los años cuarenta es la etapa de máximo esplendor de Josefina como narradora y actriz de cine. En esos años, además, Josefina realizó entrevistas a actores para la revista Primer Plano. En ese sentido, el personaje de la periodista podría ser un desdoblamiento de su propia personalidad.
Con respecto a la publicación real, se conoce que esta obra fue publicada, junto a la novela corta En el umbral, el dieciocho de diciembre del año 1954 en La Novela del Sábado, de ediciones CID. Constituye el número 87 de una famosa colección de novelas breves, publicada entre 1953 y 1955, que se vendían a seis pesetas y eran sumamente populares. En ella aparecen grandes autores del XIX, como Pardo Bazán, Galdós, Clarín o Valera; junto a autores del 98, como Baroja, Azorín, Miró, Benavente, Poncela o Marquina; algunos escritores de la posguerra, como Cela, Delibes, García Pavón o Neville, y escritoras excelentes como Ana María Matute, Carmen Laforet, Concha Espina, Elena Quiroga o Mercedes Fórmica. Incluso, se publican dos obras de Mercedes Ballesteros. Es más, si indagamos en la colección descubriremos que, precisamente, la cuñada de nuestra Josefina de la Torre, fue quien ganó un concurso convocado por la colección, dotado con veinte mil pesetas. El mismo concurso en el que Josefina, quedando finalista, consigue publicar Memorias de una estrella (Fernández Gutiérrez, 2004: 23-24).
En el trabajo titulado La Novela del sábado (1953-1955): catálogo y contexto histórico literario, José María Fernández Gutiérrez (2004), resalta la relevancia de la colección catalogando y describiendo brevemente todos los títulos publicados, un total de cien, en sus dos años de andadura. Resulta inevitable precisar que esta obra se halla erróneamente citada en la reciente edición de Memorias de una estrella (Torre, 2019: 12-13) [3]Concretamente, en el prólogo a cargo de Alicia Mederos se asigna a esta fuente, por error, un fragmento de mi artículo «Josefina de la Torre: en memoria de una estrella» (Martín Padilla, 2015c: 15), probablemente, por un defecto tipográfico … Seguir leyendo. En su introducción, Fernández Gutiérrez resalta la poca importancia que ha tenido la colección para la crítica posterior, pese a la gran calidad de los autores que recoge. De hecho, en el primer número de la colección se indica que «La novela del Sábado publicará, siempre, novelas cortas, originales e inéditas, de los mejores escritores de la hora presente», pero también tiene la intención de impulsar autores y autoras menos conocidos (Fernández Gutiérrez, 2004: 44). En su opinión, muchas de las publicaciones se corresponden con textos elaborados durante la Guerra o los primeros años de la posguerra, que salen a la luz tras la recuperación del país.
Esto refuerza la idea de que la obra fue compuesta con anterioridad a la fecha de publicación. Probablemente, también Josefina, conservase un manuscrito inédito que años más tarde presentó al concurso. Además, en el propio texto, la periodista aclara que ha sido escrito y, con posterioridad «traspasado al álbum de piel con reconocida paciencia y constancia, cualidades ambas que avaloran su personalidad, por ser poco comunes a una estrella». Este material oculto, tan celosamente copiado, se ha convertido años más tarde en un bien de gran valor. Por eso, cuando Memorias de una estrella, obra prácticamente desconocida, llegó a mis manos, tuve la misma reacción que la periodista al leer el manuscrito de Bela: tenía ante mí un texto hilarante que ocultaba una triste verdad.
3. El argumento
3.1. Lo que se cuenta y lo que se insinúa
En el diario se cuenta la historia de una mujer que, con ingenuidad y frescura, nos dibuja su sueño: ser artista de cine. Desde el principio del texto, se observan dos rasgos que van a caracterizar toda la obra: en primer lugar, el humor, una constante en la novela. En segundo lugar, la crítica al mundo del cine. Ambos aspectos irán de la mano; la una disfrazada del otro, como se aprecia en el siguiente fragmento: «En resumen. Tengo las mismas condiciones, o más, porque también canto y bailo, que otras que ya han hecho protagonistas. Claro, que yo sé por qué las han hecho» (2019: 26). Esto es lo que se insinúa, una crítica sutil, casi imperceptible, adornada de inocencia.
Una cuestión que, además, se ve reforzada por la estructura externa de la novela. El diario, fiel a su tipología, se caracteriza por la fragmentación y la acumulación de anécdotas, que concede al lector un papel activo. Algunos fragmentos son narrativos y otros más bien líricos. Pero, al hilo de la trama, destacaremos que entre algunas de estas anécdotas se encierra esta crítica soterrada. Hay muchos casos a lo largo de la novela, por ejemplo, en una entrevista con uno de los jefes, ya deja entrever lo que ocurre, cuando tras ser piropeada relata: «Esto le hizo mucha gracia, porque se echó a reír y luego… luego me cogió la barbilla… Pero yo no podía indignarme, porque a lo peor me quedaba sin trabajo» (2019: 29).
En otra ocasión, cuando la invitan a comer con el director y el productor, se origina un juego de rodillas insinuantes, por debajo de la mesa:
Estaba incomodísima y les pedí permiso para levantarme. Me lo dieron. Pero el pez gordo me siguió y, con el pretexto de una firma en no sé qué papeles, me hizo pasar a su despacho. Y entonces, muy paternal y cariñoso, me cogió por los hombros y me atrajo hacia él. Luego me aparté, sonriendo, y dije:
– Señor, yo no…
Pero no pude decir más. El señor Z me miró muy sorprendido. Luego me apartó, sonriendo a la manera de los malos de las películas, y señalándome la puerta dijo:
– Anda, tonta, anda, ¡vete!
Y yo me marché sin decir ni pío (2019: 32).
Entonces, como nuestra aspirante a actriz se marcha asustada, pierde su papel protagonista y queda relegada al papel de un extra, cuyo rostro ni siquiera aparece en la película. Solo sus piernas subiendo y bajando unas escaleras.
Ante esta misma circunstancia, en nuestros días, hablaríamos sin tapujos de acoso laboral. Es una situación que parte del abuso de poder y una cuestión de género, marcadamente, porque los cargos directivos tradicionalmente han sido ostentados por hombres. El acoso laboral es un asunto complejo que se produce no solo en el mundo del espectáculo. Denunciarlo sigue siendo un problema, aún en nuestros días, porque la sociedad sigue culpabilizando a la mujer. Por suerte, en la actualidad, movimientos como el #metoo han sacado a la luz delaciones de acoso sexual a nivel mundial, y la situación está cambiando lentamente. Casos sonados como el de Harvey Weinstein en Hollywood o el de Roger Ailes, en la Fox, son dos buenos ejemplos[4]El primer caso puede conocerse a través del documental de Netflix Intocable (Untouchable) y el segundo se retrata en la película El escándalo (Bomshell), protagonizada por de Charlize Theron, Nicole Kidman y Margot Robbie. Son dos producciones … Seguir leyendo. Por eso, visto de ese modo, la denuncia que contiene esta novela es un acto de gran valentía, puesto que destapa un tema que era tabú en los años cincuenta y que, lamentablemente, lo sigue siendo en nuestros días.
Memorias de una estrella revela, ciertamente, una realidad que necesita ser contada. Imaginemos cuántos casos sórdidos, ocultos, permanecerán aún hoy en la memoria de sus víctimas… Pensemos por un momento en cuántas mujeres e incluso niñas, afamadas o desconocidas, de nuestro cine español, pueden haber sido sometidas a terribles abusos. Por eso, Memorias de una estrella es un libro que merece ser difundido. Porque, aunque la denuncia se disimule tras el velo del humor, el trasunto es verdaderamente tremendo. Además, fragmentos como el de la prueba de actrices, en el que dos aspirantes realizan su casting, parecen querer contar por qué Josefina no logró papeles protagonistas en el cine. Merece la pena leer todo el fragmento, porque nadie lo explica mejor que la propia Bela:
Ayer me he divertido mucho. ¡Cuánta gente tonta hay en el mundo! Al terminar el trabajo, hubo prueba de actrices. Bueno, al menos ellas decían que lo eran. Se trataba de dos señoritas (esto también lo decían ellas), recomendadas por el guionista, y de las que se venía hablando hacía muchos días. Una de ellas cantaba, tocaba el piano y era actriz de teatro. Una «enciclopedia», como me dijo Josele, el ayudante del director. La otra no sabía hacer ninguna de aquellas cosas. Las dos tenían bonita figura. Pero la «enciclopedia» no era muy guapa; ni fú, ni fá. Y en cambio la otra era preciosísima. Demasiado, para mi modo de ver. Tenía dieciocho años y la otra ¡treinta! El colmo. Total: les dieron a hacer una escena, como prueba. Se trataba de una de las más difíciles, con el protagonista. Las dos mujeres la hicieron. Yo, si he de ser sincera, que a veces hay que ser de todo, diré que la menos bonita la interpretó muy requetebién, con una voz preciosa. La otra, en cambio, estuvo bastante sosita. Pero claro, ¿cómo iban a dudar entre una muchacha de dieciocho años y una vieja de treinta, por mucho piano, mucho canto y muchas tablas que tuviera? Luego me dijo Josele: «Chica, para el cine es preferible una cara bonita que todo el arte del mundo.» Y vaya si tiene razón Josele (2019: 40-41).
Como sabemos, Josefina era una soprano formada que tocaba el piano, el violín y la guitarra. Tenía talento de sobra y una adecuada dicción, de lo que da cuenta su trabajo como voz de doblaje y la noticia de sus excelentes dotes para la recitación. Gozaba de una gran belleza y fotogenia, como comprobamos fácilmente al observar sus imágenes. Sin embargo, carecía ya de la inocencia y la juventud requerida, pues, en los años cuarenta rondaba, precisamente, los treinta años.
3.2. La escalera hacia el éxito
Paradójicamente, cuando Bela logra el éxito no lo consigue por sus méritos artísticos, sino por convertirse en la amante de un hombre influyente. En ese ambiente cargado de ostentación, se jactará del lujo y se cebará en el consumismo. Pronto comenzará a disfrutar de tener fans y de relacionarse con más de un amante, por cierto, siempre casados.
Su momento estelar se caracteriza asimismo por el rechazo de sus orígenes, despreciando a su tía Elvira, que la cuidaba cuando no era nadie, y a Marisa, un personaje de clase humilde por medio del cual ella logra su primer trabajo en el cine: «Pasé un rato divertido con Marisa, contándome chistes y anécdotas. Pero no quisiera encontrármela fuera de la peluquería. No me conviene que me vean con según qué personas» (2019: 65).
Y, paulatinamente, somos testigos de cómo el ego de la actriz crece igual que su fama. Al final, acaba por convertirse en un ser engreído que desprecia la cultura: «Me parece que es tirar el dinero cuando lo empleo en libros. ¡La de cosas que me podía haber comprado!» (2019: 82). En otra ocasión escribe: «Ya es hora de que piense en serio en mi provenir. No siempre voy a ser joven y famosa. Lo malo es que me gusta mucho gastar. Y gastando no hay porvenir posible» (2019: 65). No deja de ser curioso de qué manera relata su acceso a objetos materiales de creciente valor: el momento en que consigue tener un abrigo de visón, la forma en que adquiere un coche, concretamente, un Renault color guinda… o cómo, en una ocasión, le da por recorrer las mercerías y comprar hilos y agujas sin ton ni son.
Estas descripciones, siempre en tono humorístico, ocultan, según mi punto de vista, una realidad profundamente dramática. Pese a su intención aparentemente trivial, el absurdo de comprar por comprar nos obliga a mirarnos al espejo, hombres y mujeres del siglo XXI, ciudadanos del primer mundo, acuciados por la publicidad infinita. Por eso, esta lectura, a pesar de su tono tan simple y llano, nos anima a plantearnos cuántas posesiones hacen falta para llenar nuestro vacío existencial.
3.3. Un final abierto
Sin embargo, el hastío se acaba apoderando de Bela Z, cuando nos dice: «¡La verdad que es aburrido tenerlo todo y no saber ya qué desear!» (2019: 86). Es entonces cuando, en el momento culminante de su carrera, de pronto, decide dejarlo. Entrega el diario a la periodista, que lo deja varios años inédito. Cuando finalmente se dispone a publicarlo, la periodista cae en la cuenta de que necesita un final para la historia, que el diario ha dejado incompleta. En ese momento, descubre que Bela vive ahora en Londres. En la carta que recibe de la actriz, cuenta que se casó y que tiene dos hijos. La estrella ha querido, por voluntad propia, volverse una anónima mujer de familia. Este es un final sorprendente que parece no encajar con el hilo de la historia. Sin embargo, concuerda con el desenlace tradicional de “fueron felices y comieron perdices”. El típico final de los cuentos de hadas, en el que la mujer acaba casada, rica y con descendencia.
Para reforzar la hipótesis, anteriormente señalada, de que el texto puede haber sido compuesto en distintos momentos temporales, hemos de añadir un dato curioso: en el año 1954, cuando se publica la novela, Josefina contrae matrimonio con el pianista canario Braulio Pérez Hernández. Quizás ese era el final perfecto para Josefina. Quizás en el momento en el que publicó el texto, Josefina no deseara otra cosa que alejarse de los focos y tener una vida plácida cuidando a sus dos hijos. Pero el destino no lo quiso así. Su matrimonio fue corto y nunca tuvo hijos. Y, como sabemos, la frustrada maternidad es un tema que reflejará ampliamente en su poesía. Así nos lo transmite Bela:
Lo único que en realidad deseo en estos momentos es un cochecito. A veces siento el ansia de alejarme del centro de la cuidad, de su bullicio, y coger la carretera y respirar del aire puro y tranquilo del campo. ¡Gozar de su quietud, de su soledad! Estoy cansada y aburrida. Tengo nostalgia de según qué cosas: de no haberme puesto un bonito traje de novia, de esos que tanto favorecen en las películas, de no tener un niño rubio y gordinflón; de no ser una señora casada, con un anillo de oro en un dedo y que me presenten como “señora de…” ¡Bah! Primero el coche. Después… ¡quién sabe! (2019: 85).
4. Análisis de los elementos narrativos
4.1. La evolución del personaje
La evolución Bela es uno de los aspectos más interesantes de la novela. La inocencia de la aspirante a actriz se convierte en picardía conforme va creciendo como estrella. Esta variación de su personalidad, deliberadamente marcada a través del lenguaje, se refleja también en su identidad, porque se autodenomina estrella mucho antes de lograr la fama. De hecho, el nombre Bela Z no aparece sino al final del texto. Este ascenso de «mujer común» a «actriz de cine» se dibuja de forma ridícula y esperpéntica, narrando las peripecias desde la soberbia y la ignorancia. Posiblemente, Josefina de la Torre encarna en su personaje todo lo que le produce rechazo: la osadía, la arrogancia, la impertinencia, la incompetencia, la falta de talento, la incultura, la ostentación, el consumismo… En ese sentido, caricaturiza a Bela empleando como patrón el ejemplo de lo que, a su juicio, una actriz no debería ser.
Por otra parte, Josefina denuncia la presión social que recae sobre la mujer y critica que pueda accederse a papeles protagonistas únicamente gracias al aspecto físico. Pero, como construye la crítica en primera persona, logra que nos identifiquemos y empaticemos con el personaje. La verdadera crítica no se hace, pues, a la mujer, sino más bien a su cosificación, es decir, al sistema de estereotipos y valores que permite que estas circunstancias se produzcan. De hecho, ella acaba siendo estrella tras enrolarse sentimentalmente con un pez gordo. Primero, se muestra la inocencia de quien es joven, inexperta y manipulable. Con el tiempo, el personaje evoluciona y aprende a sacar partido de su belleza.
En ese sentido, podríamos considerar que la obra es una especie de novela picaresca. Parece que la actriz cuenta su vida para justificar su «caso». Y lo hace también empezando desde sus tropiezos iniciales y empleando el humor como hilo conductor. Así, como afirma Bela: «cada cual puede hacer de su capa un sayo, pero no hay que olvidarse nunca de las formas. La estética es indispensable. Por eso yo procuro conservar mi estética. Me peso cada quince días» (2019: 69).
Particularmente, el uso de la ironía me parece de una inteligencia muy fina. Cuidar la imagen, siempre, y en sus dos sentidos: la imagen física, por una parte, y la imagen social, por otra. Como el Lazarillo, cuando se defiende de las acusaciones que obran en su contra. Lo hace por las «malas lenguas», porque a él parece no preocuparle lo más mínimo los asuntos que su mujer se traiga con el Arcipreste de Sant Salvador. Más bien, podríamos decir que su permisividad le resulta beneficiosa. Sin embargo, debe lavar su imagen por la presión social. O, mejor dicho, la hipocresía social. Pensándolo bien, ambos casos, por otra parte, pueden entenderse fácilmente cuando caemos en la cuenta de que los matrimonios por conveniencia, y no por amor, eran la norma hasta hace bien poco, y lo siguen siendo en algunos lugares del mundo.
4.2. Estructura, espacio, tiempo y lenguaje
El texto posee una estructura peculiar. Comienza con un primer cuadro que consiste en el relato de la periodista, en primera persona. Este, a su vez, se divide en dos secuencias separadas por tres asteriscos. En la primera secuencia, se narra el encuentro entre la afamada actriz y la periodista. En la segunda, la periodista aclara cómo pese a divertirse con la lectura, abandonó el manuscrito hasta retomar su publicación años más tarde.
A continuación, se incluye la parte central de la obra: los distintos fragmentos del diario de la actriz, también, en primera persona. Estos fragmentos tienen distinta longitud y las secuencias se dividen, esta vez, por una línea de puntos. Al final, se incluye un breve epílogo, de nuevo, separado por asteriscos del texto anterior. Un breve párrafo, en la voz de la periodista, da paso a la transcripción de una carta que, supuestamente, ha recibido de Bela Z. El final del texto es abrupto: termina con unos puntos suspensivos que dejan el discurso inconcluso.
Uno de los recursos más interesantes es el fragmentarismo de los textos del diario, que plantea huecos en la lectura, es decir, escenas que el lector debe rellenar con su imaginación. Por esto, se requiere un lector activo, que reconstruya gran parte de la historia. Esta sucesión de momentos remite claramente al mundo del cine: el diario no es más que una acumulación de escenas que no cumplen con la unidad de tiempo, ni espacio. En definitiva, la acción aparece de repente, como lo harían las escenas proyectadas por un cinematógrafo.
El transcurso del tiempo dentro del diario es muy variable y no se dan indicaciones temporales concretas. No obstante, al tratarse de una tipología textual como la del diario, se presupone el orden cronológico. Por tanto, se entiende que la historia se escribe de forma lineal, tal y cómo van ocurriendo los acontecimientos. En cambio, sí encontramos indicaciones temporales tanto en el primer cuadro, como en el epílogo, en las partes narradas por la periodista. Aunque se trata, eso sí, de enunciaciones imprecisas. En la introducción la periodista nos dice que «pasaron algunos días después, muchos, tal vez un mes» antes de que leyera el diario, y que lo volvió a encontrar «al cabo de unos años». Luego, en el epílogo, la periodista cuenta que sabía que la actriz «hacía años que había abandonado España».
Pero lo más curioso es que, en la carta de Bela, el último párrafo de la novela se escribe empleando el futuro: «Mis hijos no tendrán nada que ver con los platós ni con los escenarios. Ella se casará con un Lord. Él será financiero, como su padre; porque dicen que lo que se hereda…» Y así termina la novela.
La mayoría de los espacios dibujados se enmarcan en ambientes lujosos y distinguidos. Este contexto se comienza a recrear desde el primer cuadro, cuando se describe el piso de la actriz: «El saloncito o pequeño vestíbulo donde me indicó que esperara estaba deliciosamente armonizado, como el mejor decorado de un gran film. Butacas de raso blanco capitonés, molduras de escayola, chimenea figurada de ladrillos rojos, marcos de espejo estilo veneciano… (2019:21)». La estrella combina a la perfección con el decorado, pues aparece con «una bata de raso azul, acolchada, bajo cuyo borde asomaba el marabú de las zapatillas (2019:22)». Nos describe, incluso, hasta el perfume que llevaba, la compañía de su perro, las bebidas que sirve o los cigarrillos que fuma, para sumergirnos al completo es esa atmósfera elegante del Hollywood de la época.
Un aspecto interesante respecto al espacio es que las referencias operan en torno a la dicotomía campo/ciudad. En la ciudad aparecen múltiples espacios, muchos relacionados con el mundo del espectáculo, como platós cinematográficos o salas de cine, y otros como restaurantes, la peluquería, tiendas, salones de reunión social, etc. Pero, cuando Bela quiere desaparecer, se aleja de la ciudad y se muda al campo. Además, huye del territorio conocido viajando al extranjero, concretamente a Londres, para retirarse a la campiña inglesa.
Otro aspecto original es el uso del lenguaje. Destaca especialmente la presencia de extranjerismos, muchos de los cuales son neologismos relacionados con el cine, como film, reporter, plató, vedette, smoking, cocktail, Lord, que aparecen distinguidos en cursiva, y algunos adaptados, como güisqui. También llama la atención el uso de algunos términos propios del lenguaje coloquial de entonces, como birriosillo, caray, follón, palmar.
Específicamente, estos últimos aparecen en boca de Nila, un personaje de la alta sociedad que, por hablar como quiere, frecuentar las tascas y moverse por los barrios bajos, con libertad y hasta libertinaje, acerca su comportamiento al mundo de los hombres. Ella habla «sin retórica. Ni ningún rodeo para nombrar las cosas por su nombre». Bela se sorprende de su lenguaje, porque, por sus orígenes humildes, ha tenido que esforzarse mucho en adecuarse a la forma en que debe expresarse «una gran dama». Sin embargo, Totó Velez le advierte:
Ella puede permitirse todas las excentricidades que quiera. La sociedad se lo admite y hasta le ríe la gracia. Su “sangre azul” es su salvaguardia. En cambio tú, que tienes la sangre roja y estupenda, y no eres vizcondesa, tienes que abrirte paso de otra manera: con discreción, buenos modales… (2019:56).
Por otra parte, resulta interesante que la autora se detenga en recoger distintos calificativos que reciben las mujeres de sus amantes: paloma, chata, trasto, ángel, muñeca, bonita, chachi… porque, además de comprobar cómo han cambiado con los años, esta cuestión está íntimamente relacionada con la denuncia de la obra. En definitiva, sigue siendo necesario reflexionar sobre la importancia del lenguaje en la construcción de realidades y, particularmente, discutir sobre qué aspectos del lenguaje debemos realmente mejorar, para logar una sociedad igualitaria.
5. Puntos comunes, puntos discordantes
Ser mujer en un mundo de hombres era y sigue siendo difícil. La propia Josefina tuvo la suerte de contar con libertad, porque tenía una familia pudiente e intelectual y porque, en sus aventuras, le acompañaba y apoyaba su hermano Claudio de la Torre. Ella pudo escoger qué vida prefería: la provinciana o el estrellato. Muchas mujeres no han tenido esa opción. Y, sin embargo, vaciló, porque es siempre es complicado avanzar sin dudar el camino.
Entre el manuscrito de Bela Z y el texto de Josefina de la Torre se abre una intrincada trama metaficcional muy interesante, que capta inmediatamente la atención a poco que nos adentramos en su estudio. Como Bela Z, en el momento culminante de su carrera cinematográfica, de pronto, Josefina de la Torre decide dejarlo para centrarse en el teatro. No sabemos las causas de su abandono del cine, aunque pueden plantearse distintas hipótesis:
a) Podemos plantear, como hemos hecho ya, que, en esa época, con treinta años, Josefina era ya demasiado mayor para la gran pantalla, y sufrió el rechazo de los productores o directores que querían actrices más jóvenes.
b) Podemos pensar, incluso, que no quiso ceder ante ese chantaje sexual que denuncia como un medio recurrente de acceder a los papeles protagonistas, lo que pudo perjudicarle. Estas dos posibilidades pueden estar unidas, porque una mujer madura ya no es tan ingenua, ni tan manipulable.
c) Tal vez, sencillamente, rechazara ese mundo de superficialidad con el que no se siente identificada, hasta el punto de querer dejar su crítica, para la posteridad, tejida en esta novela.
d) Por último, podemos considerar que, también como Bela, acabó inclinándose por formar una familia, algo que es, a priori, incompatible con el ritmo de vida de una gran estrella. Quizás, ese deseo de ser madre la llevara a abandonar los platós y a querer llevar una vida retirada, alejada del mundanal rüido.
e) A lo mejor, simplemente, decidió decantarse por el teatro y una cosa llevó a la otra. De cualquier forma, con un país en posguerra levantándose de una dura crisis económica, el cine no debía estar en auge.
Sea como fuera, solo podemos dibujar meras conjeturas. Dicho de otro modo: solo podemos acercarnos a la ficción. La verdad, por más detectivescos que nos queramos poner, no la sabremos jamás. Por tanto y, como puede observarse, en su obra y en su vida, hay puntos comunes y puntos discordantes. Sin embargo, la forma en la que la obra está compuesta nos obliga a alejarnos de la autobiografía. Si volvemos sobre la escena de la prueba de actrices, podemos pensar que Bela es solamente una espectadora: hay una escena, en la que dos mujeres están actuando y una observadora, que es el personaje de Bela, junto a Josele. Esta información se recoge, a su vez, en un diario, que una tercera persona publica, la periodista. Por tanto, puede observarse la acumulación de planos como una estrategia, una tarta de varias capas que no hacen otra cosa que desdibujar la posible realidad que se oculte tras todo ello. Así que, además de por la mera razón de ser ficción escrita, existen múltiples recursos que nos obligan a no poder considerar como real lo literario.
En otra ocasión (Martín Padilla, 2015b) he señalado que, en una entrevista, cuando le preguntan por qué cree que no ha logrado el éxito, Josefina de la Torre responde: «Tal vez porque este país no perdona la bicefalia, y menos aún la multiplicidad de facetas, como es mi caso.» (Puente, 2000). No puedo estar más de acuerdo. Pero la historia ha cambiado. Juntos la hemos cambiado, y ahora la figura de Josefina de la Torre ha escalado hasta la celebridad que merecía.
Uno de sus poemas, recientemente editados, dice así: «Aquí estoy. En mi frente se despertó una estrella/ y en mis brazos tendidos traigo un raudal de luz” (2020b: 254)». Así me imagino hoy a nuestra estrella: brillando con los brazos en cruz, irradiando toda su energía. Navegando entre ficción y realidad, esta obra nos ofrece la flor de su intelecto y el dibujo de lo que pudo ser su vida como actriz. Que su memoria no se pierda, y que la estrella de Josefina de la Torre, nunca, se vuelva a apagar.
NOTAS[+]
↑1 | La Constelación de escritoras canarias es un proyecto educativo destinado al alumnado de Educación Primaria, Secundaria y Bachillerato que ofrece información de las autoras, material didáctico y entrevistas, promovido por el Servicio de Innovación de la Consejería de Educación y Universidades. Puede consultarse en el siguiente enlace: https://www3.gobiernodecanarias.org/medusa/ecoescuela/escritorascanarias/ |
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↑2 | Citamos las páginas de la edición más reciente de Memorias de una estrella (Torre, 2019), más fácilmente accesible y disponible, en lugar de la primera edición de 1954. |
↑3 | Concretamente, en el prólogo a cargo de Alicia Mederos se asigna a esta fuente, por error, un fragmento de mi artículo «Josefina de la Torre: en memoria de una estrella» (Martín Padilla, 2015c: 15), probablemente, por un defecto tipográfico existente en el texto. Sin embargo, el artículo no se cita, ni se menciona, ni se refiere, pese a su evidente consulta, puesto que se añaden literalmente dos párrafos de mi trabajo. De hecho, la cita en cuestión pertenece al prólogo y, por tanto, se corresponde realmente con palabras de Alberto Sánchez Álvarez-Insúa, que es quien lo elabora, y no de Fernández Gutiérrez, limitándose al siguiente texto: «Pese a su más que mediana calidad literaria, la importancia de La Novela del Sábado fue que agrupó y fundió en una sola colección dos polisistemas diferentes y sucesivos: el de entreguerras y el de postguerra, dándonos con dicha conjunción la imagen exacta del polisistema literario español en la segunda década del franquismo.» (Fernández Gutiérrez, 2004: 12). |
↑4 | El primer caso puede conocerse a través del documental de Netflix Intocable (Untouchable) y el segundo se retrata en la película El escándalo (Bomshell), protagonizada por de Charlize Theron, Nicole Kidman y Margot Robbie. Son dos producciones del 2019, lo que nos lleva a reflexionar cuánto hemos tardado en denunciar este tipo de situaciones para que, la propia industria del cine, solo se haya atrevido a retratar esta problemática hace tan poco tiempo. En otras palabras, ni siquiera la denuncia metaficcional ha escapado a los obstáculos. |