Acerca de los orígenes de pichi- y pichichango

En algunos lugares del sureste tinerfeño suele designarse con la palabra pichichango al más pequeño de los lechones de una camada que ha parido la «mamá cochina».

Antonio Jesús Sosa Alonso

ULL

En algunos lugares del sureste tinerfeño, como los municipios de Arafo y Güímar, suele designarse con la palabra pichichango al más pequeño de los lechones de una camada que ha parido la «mamá cochina». El vocablo se ha utilizado con este significado y se ha conservado hasta nuestros días, momento en que comienza a difuminarse. Se trata de un término de uso habitual en la comarca conocida como el Valle de las Higueras, que abarca la zona de Candelaria, Arafo y Güímar (localidades que, junto  a Candelaria, componen la comarca del Valle de Güímar) donde frecuentemente se ha empleado también, por extensión, para designar a las hijas e hijos pequeños, a niños y niñas o, en general, a la descendencia de cualquier ser cuando es de tamaño aún reducido o cuando se trata del menor de su grupo, generación o familia: A ver si buscamos un futuro pa estos pichichangos. Así se expresaba un padre de familia de Arafo hablando de sus hijos pequeños, en septiembre de 2021.

Es más, las generaciones intermedias (de edades comprendidas entre 45 y 60 años) emplean hoy en día este vocablo con la única intención de aludir a los más pequeños, sin reparar en la etimología ni en el significado que originalmente poseía para los –ya lamentablemente demasiado pocos– hablantes locales de aquel momento.

Quizá haya sido determinante que la cría de cochinos en las casas particulares, industria frecuente hace algunas décadas en la mayoría de los municipios de las islas Canarias, haya desaparecido en su práctica totalidad debido a cuestiones sanitarias, culturales, sociales y económicas. En la comarca en la que nos encontramos y, de acuerdo con el testimonio de algunas personas de avanzada edad que han querido compartir sus vivencias con nosotros, ha sido frecuente –y aún sigue dándose de forma esporádica– esta ganadería porcina particular en algunos hogares, puesto que la dispersión de la población y el tipo mayoritario de vivienda unifamiliar más frecuente en la zona (casas terreras con terreno adyacente donde ubicar el chiquero o la pocilga) se prestaban a ese fin.

Pero en la actualidad, y de manera habitual, ya no se practica la cría de cerdos generalizada, ni se conmemoran las fiestas y acontecimientos importantes (bodas, bautizos, cumpleaños, aniversarios, graduaciones…) con las otrora celebérrimas, aplaudidas y aceptadísimas «muertes de cochino», llamadas *muerte cochino por los hablantes de la zona que, igual que aún hoy suele ocurrir con altísima frecuencia en el habla vulgar, eliden la preposición debido a la sonoridad de la fricativa dental sonora inicial que arrastra consigo a la vocal, dada la poca relevancia de la partícula de cara a la correcta y completa comprensión de la expresión.

Esas matanzas domésticas a las que se acostumbraba a invitar a la casi totalidad del vecindario por parte de quien la organizaba, solían ligarse a algún acaecimiento social de cierta relevancia (boda, bautizo, puesta de largo, romería, fiestas patronales, etc.) y en ellas se preparaba un despliegue tremendo que hacía de la muerte del cochino (que se había estado criando, alimentando, cuidando y engordando durante meses) todo un acontecimiento en la comunidad: se daba muerte al animal; se quemaban sus pelos con un manojo de pinocha que se sostenía con un viejo aro de barrica, aunque más tarde se hacía con soplete; se cepillaba con piedra pómez, se lavaba, se hacían chicharrones con la piel y el cebo, se descuartizaba, se elaboraban diferentes embutidos con las vísceras, la sangre y la carne (chorizo, morcilla…), se metía el tocino (o «carne blanca») en un barreño lleno de sal para que se mantuviese más tiempo, pues no existían los frigoríficos mantenedores en esos momentos; se preparaban los sesos, el hígado (o «asadura»), etc. y todo ello constituía una celebración que podía durar todo el día e, incluso, hasta el día siguiente. Para todo este conjunto de labores se contaba con la participación, tanto de vecinos como de vecinas, que solían colaborar en algunas de estas tareas mientras comían y bebían. Cuando el cochino era voluminoso, incluso se compartía parte de sus productos con la vecindad para no acabar desperdiciando ni lo más mínimo de ellos, ya que podría estropearse con el paso de los días, cosa impensable en una dura época de austeridad en la que la abundancia no era fácil de encontrar.

Investigando acerca del origen de la palabra, nos hemos encontrado algunos textos en los que se relatan cuestiones migratorias que, desde el s. XIX pueden haber tenido mucho que ver con la importación de esta voz desde tierras americanas pues, tal como afirman Navarro y Estrada (2006: 593), a principios del s. XX era frecuente que desde Canarias emigrasen familias completas más que individualmente, como solía hacerse desde otros lugares de España. Este hecho seguramente facilitó que el vocabulario empleado por el clan o familia se conservase vivo en su comunicación cotidiana en el seno del propio grupo familiar, incluso a su regreso. Tal es el caso de ciertos movimientos migratorios que, a finales del s. XIX se produjeron desde las islas Canarias a Chile y México, tras la reducción de migraciones a otros destinos habituales (Cuba, Venezuela…) debido a circunstancias históricas. Sin embargo, parece poco probable que las voces fuesen importadas a Tenerife por aquellos canarios llevados a Chile con la finalidad de colonizar el lago Budi (1900-1912), toda vez que la práctica totalidad de tales migrantes procedían de Gran Canaria y resulta más previsible y comprensible que, a su regreso, se asentaran de nuevo sus lugares de origen, antes que en la isla vecina.

De acuerdo con esta información, cabría la posibilidad de que de las familias de hablantes canarios emigrados a Chile o México en esos momentos –o de sus descendientes– hubiesen regresado algunos en las primeras décadas del s. XX, trayendo consigo algunas expresiones propias de aquellos lugares. Se debe tener en cuenta que la emigración canaria a México a finales del s. XIX no fue tan numerosa pues, aunque entre 1800 y 1810 las relaciones entre este país y las Canarias fuese más intensa debido al tráfico marítimo entre sus puertos[1]Juárez Martínez, 2000., nunca llegó a alcanzar el carácter colonizador que había adquirido en Chile, a juzgar por la información proporcionada en la aportación de D. Vicente González Loscertales al I Coloquio de Historia Canario-Americano de 1976.

Si atendemos a la composición de la palabra pichichango, practicando inicialmente una división muy simple e intuitiva de los elementos constitutivos de esta, encontraríamos, por un lado, la porción pichi que en Chile significaba ‘pequeño’, que no debe confundirse con pichí (nótese la acentuación oxítona) cuyo significado es ‘orina, pis’ y, por otro lado, el tramo chango que, ciertamente, se aleja del significado ‘cerdo’, pues suele designarse con ella a los monos y a los perros en tales variedades del español americano. Quizá en su origen el sentido de este término fuese el de ‘perrito’ o ‘monito’, habida cuenta de la matización anterior; sin embargo, en la zona canaria aludida, su especificidad se limitó a la ganadería porcina.

Por otra parte, y tal como se puede comprobar en el diccionario de chilenismos de Walterio Meyer Rusca, en el que se recogen 550 voces indígenas del lenguaje sureño de Chile, chancho (muy semejante a chango aunque se trata de un término bien diferente) posee el significado de ‘puerco, cerdo’, mientras que chango es el nombre que recibe un pueblo aborigen o algunos pueblos costeros aborígenes prehispánicos de ese país (a los que se denominaba ‘camanchacos’ o ‘camanchangos’) y también es la voz que se usa en México para referirse al mono.

La voz se describe como evolución de chancu o zancu, cuyo significado es el de ‘enano, andrajoso’ (voz nativa), con lo cual una de las conjeturas podría basarse en la construcción de pichichangu con el sentido de ‘nene’ o ‘niño’, o acepciones similares, de donde derivó la acepción empleada en el Valle de las Higueras (Arafo, Güímar y Candelaria). Resulta curioso comprobar que el mecanismo de evolución que ha sufrido la palabra (chancu o zancu > chango) viene siendo totalmente análogo al que han sufrido las voces latinas en su evolución hacia el español moderno: sonorización de la gutural oclusiva (al encontrarse entre fonemas sonoros) y abertura de la /u/ final (hasta la semiabierta velar /o/), mecanismos que pueden observarse en otros ejemplos:

En compango, procedente de companicus (del latín:  com ‘con’ y panicus ‘pan’) o mango (del latín: manicus ‘mano’), se transparentan ambos mecanismos de forma prácticamente idéntica a como han actuado en chancu o zancu. No resulta extraña la transformación histórica del sonido inicial, identificado con la interdental, que podría haber evolucionado desde su versión original /ts/, a la africada /ʧ/ y la pérdida de la /-s/ final constatada en muchos otros términos semejantes en los que el tramo final latino –us evoluciona a –o final en español. Paralelamente, se produce la sonorización del sonido /k/ intervocálico, a lo que sigue la pérdida de la /i/ y así se configura la forma que hoy es usada: Companicus > companigus > compangus > compango

Sin embargo, a pesar de ser un sufijo empleado en español (si bien, menos frecuentemente que otros) y, aunque existen algunas palabras descritas como de orígenes inciertos, (fandango), otras del francés medio (berlanga), del celta o del galés (canga), la gran mayoría de las voces terminadas en -ango/-anga que se recogen en el DLE anclan su etimología en las variedades del español como el canario: chuchango, aunque a veces se oye también chuchanga (en Canarias, ‘caracol’), bubango (en Canarias, ‘tipo de calabacín’); el murciano, mindango(‘despreocupado, socarrón, gandul’); del quechua, el español andino o el antillano: caballerango, a (México: ‘encargado de las caballerizas’), cundango (en Cuba y Rep. Dominicana ‘hombre afeminado’), guachinango (en Cuba: ‘persona sencilla y apacible’; en Puerto Rico, ‘persona burlona, astuta’), y algunos ejemplos más de origen americano (Colombia, Ecuador, Perú, México, Argentina, Nicaragua, Uruguay, El Salvador…) tales como chiminango, condurango, cuarango, maturrango-a, julango, ñango, e, incluso, procedentes del filipino (batanga), lo que nos induce a considerar plausible la tesis del origen americano de nuestro pichichango.

Asimismo, existen referencias a cierto grupo de habitantes conocidos como los pichichangos en Cajamarca (Perú)[2]En URL: [http://www.cajamarca-sucesos.com], de lo que se deduce el uso del término también en esas latitudes, aunque con significado desconocido; quizá meramente apelativo. De igual manera, se encuentran ciertas referencias en el internet de algunos usuarios de redes sociales (Facebook, Instagram, Snapchat, etc.) de ese y otros países iberoamericanos (México, Argentina, Chile, Venezuela…) que utilizan el término pichichango o pichi chango como nombre de usuario en esas redes.

Por otra parte, se puede comprobar también en el internet su uso en algunas publicaciones mexicanas con el sentido de ‘mono’ (primate), significado que siempre se le ha dado a esta voz en México:

En la lucha entre los monstruos Godzilla y King Kong, un usuario afirma: «Lo peor es que va a ganar el pichi chango», refiriéndose al gorila. Esta misma idea se comprueba en un vídeo de YouTube[3]En https://www.youtube.com/watch?v=agujQGZ4v4A, en el que se puede observar a un chimpancé que besa a una mujer sentada a su lado. El vídeo lleva por título Pichi chango pervertido y en el vídeo aparece también un cartel en el que su autor se refiere al mono como «el chango». Otro ejemplo se encuentra en una publicación mexicana de Facebook, en la que se observa un chimpancé de peluche con cofia que parece regentar un puesto callejero de elotes mexicanos y junto a la imagen la leyenda: «sale uno pal pichi chango meko» (cuya interpretación no resulta sencilla).

Por tanto, chango parece ser un término frecuente en el español americano y posee diferentes significados, dependiendo de su localización, aunque ninguno se relaciona con el ganado porcino. Se reproducen a continuación las recogidas en el DLE[4]En URL: [https://dle.rae.es/chango]:

chango, ga.

1. adj. Dicho de una persona: De un pueblo amerindio que habitaba el norte de Chile. U. t. c. s.
2. adj. Perteneciente o relativo a los changos
3. adj. Hond. elegante (‖ que tiene buen gusto y distinción para vestir).
4. adj. P. Rico y R. Dom. Bromista, guasón. U. t. c. s.
5. m. y f. Arg. y Bol. Niño, muchacho.
6. m. y f. Bol. y P. Rico. Persona de modales afectados o pueriles.
7. m. Arg. Carrito que se lleva para cargar las compras.
8. m. Méx. mono (‖ simio).
9. f. Col. Niña, muchacha.

Por su parte, la partícula o porción inicial pichi-, en tanto que raíz, parece relacionarse con diferentes significados, uno de los cuales podría llamar nuestra atención: en mapuche significa ‘pequeño’ y se utiliza de forma sintética anteponiéndolo al nombre que acompaña. Tal es el caso de los ejemplos hallados en la página web «Etimologías de Chile»[5]En URL: [http://etimologias.dechile.net/?pichi.-]:

Pichilemu: pequeño bosquePichidanqui: pequeña balsa
Pichidegua: pequeño ratónPichicuy: pequeña ensenada

Estos términos han dado lugar a diferentes topónimos de aquel país. ¿Por qué no pensar –en ese caso– que si chango pudiese significar ‘perro’, ‘mono’ o ‘cerdo’, la forma sintética pichichango se podría haber utilizado en algún momento con el sentido de ‘pequeño animal’ y que se hubiese importado desde allá?

Gregorio Callisaya Apaza, en su tesis doctoral El español de Bolivia. Contribución a la dialectología y a la lexicografía hispanoamericanas, define en el apartado correspondiente a la voz chiti, el término pichilulo en su acepción III, con el significado de ‘persona de baja estatura’ y como sinónimo de la anterior. También la señala como sinónimo de alguna interjección y más adelante, aparece la porción pichi– en diferentes voces bolivianas y en numerosas entradas del glosario quechua que se encuentra anexo al trabajo, lo que convierte a esta partícula en un elemento aparentemente importante en el léxico indígena de este país.

Una vez supuesta la posible composición de pichichango como producto de los elementos ‘pichi’ y ‘chango’, nos planteamos -como contraste- una investigación etimológica alternativa, que consistiría en considerar la posibilidad de que se pudiese tratar de una palabra derivada, compuesta por una palabra primitiva, que podría ser pichicho a la que se ha añadido el sufijo –ango. Esta sufijación se ha constatado en otras palabras del vocabulario de las islas, tal como se puede comprobar en nuestra publicación Estudio comparativo entre las hablas de dos niveles generacionales extremos en el Valle de Güímar: (batulengo, finango, fritangoa, macharengo, querindanga…), con cierto tono despectivo o de menosprecio y burla.

A la sazón, en el Diccionario abierto de español alojado en la web https://www.significadode.org también se pueden encontrar referencias:

Pichicho es una palabra de origen mapuche que significa pequeño, poco, escasa cantidad. En Colombia decimos puchito, poquito, tris, pisca. También quiere decir perrito y persona indecisa y que duda mucho. También puede significar en Chile perro, perro callejero.
Sinónimos de pichicho son pequeño escaso poco puchito poquito tris pisca
            Usado así en Chile
Pichicho quiere decir poca cantidad, pequeño, escaso, poco.

Observamos que pichichango bien podría tener su origen en Chile o en México, tal como se adelantaba al principio. No obstante, las teorías son harto difíciles de confirmar, pues parece ser que la palabra es utilizada en diferentes áreas geográficas no contiguas, y no siempre con la misma acepción; esto es, sin un significado firmemente establecido o admitido de forma explícita y fehaciente en ningún sitio. El único denominador común se encuentra que se suele utilizar para designar algo pequeño, de escaso tamaño o corta edad y que se encuentra con toda seguridad en México y Perú, aunque los elementos pichi y chango por separado también se encuentran en Bolivia y Chile. Esta circunstancia sitúa el ámbito de aparición en la costa oeste latinoamericana, o sea que se trata de un elemento originario y frecuente en el español del Pacífico (si se puede denominar así). A la sazón, se debe destacar que, tal como señala Vicente González Loscertales, «La emigración peninsular se diseminó por todo el territorio mexicano, mientras que la canaria se concentra en las zonas tropicales del litoral oriental, entre Chiapas y Oaxaca». Esta aseveración vendría a indicar que las familias canarias ocuparon las zonas de la costa del Pacífico podrían haber importado el término a Canarias tras su regreso.

Por otra parte, aunque relacionado de alguna manera con nuestra hipótesis, no debemos perder de vista el término pichichi, que ha ido mutando a lo largo de un período de casi un siglo hasta lexicalizarse. De acuerdo con el DLE, posee dos definiciones:

1. m. En el fútbol, jugador que marca más goles durante la liga española y, por ext., goleador.
2. m. En el fútbol, distinción honorífica que se concede al pichichi.

El nombre de ese trofeo, el «Pichichi», tiene su origen en el apodo del famoso futbolista Rafael Moreno Aranzadi (Bilbao 1892-1922), quien demostró ser un prolífico goleador y se convirtió en jugador histórico del Athletic Club de Bilbao al ser el primero en marcar un gol en el estadio bilbaíno de San Mamés. Este jugador fue bautizado con el sobrenombre de «Pichichi» por su propio hermano, debido a su baja estatura (Wikipedia). Este hecho no viene sino a reforzar la idea de ‘pequeño tamaño’ que aporta la partícula pichi, tal como se ha indicado desde el principio.

En nuestra lexicografía canaria poseemos algunas muestras de uso del elemento pichi con esa carga léxica referida al pequeño tamaño en entradas como:

pichilingo, (del náhuatl, picilihui o picitlic ‘delgado’) m Tf: niño de corta edad (DICC. COINCIDENCIAS) (TLEC, 1996: 2123)
pichirilo, m. Tf. Automóvil pequeño. 2. Tf. Niño (Dicc. de coincidencias) (TLEC, 1996: 2123)

Y hallamos otras en el DLE (2021), en las que se puede comprobar la presencia, salvo excepciones, de esa idea que aporta el elemento pichi- en cuanto que raíz prefija, referida a ‘pequeño’, ‘escaso’ o ‘de poca importancia’. Incluso en palabras como pichincha, cuyo significado es ‘ganga’, el prefijo parece aludir a ese ‘precio escaso’. Una característica general a todas ellas es su origen americano, aunque de diferentes países, pero presentes en el español andino, en la costa del pacífico (incluida América central), Venezuela y México:

pichi: 1. m.  Chile. Arbusto de la familia de las solanáceas, con flores blancas, solitarias y muy numerosas en el extremo de los ramos tiernos. Se usa en medicina como diurético.
pichicatear: 1. tr. Hond. y Méx. cicatear.
pichicatería: 1. f. Hond. y Méx. cicatería.
pichicato, ta: 1. adj. Hond. y Méx. cicatero.
pichichuela: 1. f. El Salv. pizca.
pichihuén: Del mapuche pichi ‘pequeño’ y huenu ‘arriba’. 1. m. Pez acantopterigio comestible, de las costas de Chile, que suele tener unos 40 cm de longitud.
pichincha: Del port.: pechincha. 1. f. coloq. Arg., Par. y Ur. ganga (‖ bien que se adquiere a bajo precio).
pichinchero: 1. m. y f. coloq. Arg. y Ur. Persona que busca u ofrece pichinchas.
pichingo, ga: 1. adj. Arg. pequeño (‖ de poca estatura).
pichintún 1. m. coloq. Chile. pizca.
pichiriche 1. adj. coloq. El Salv. tacaño (‖ que escatima en el gasto).
pichirre: 1. adj. coloq. Ven. tacaño (‖ que escatima en el gasto).
pichirrear: 1. tr. coloq. Ven. Obrar con pichirrería.
pichirrería: 1. f. coloq. Ven. Acción propia de la persona pichirre.
pichirruchi: 1. m. coloq. Perú. Persona insignificante.

Resulta curioso comprobar que la palabra pichincha, originaria del portugués (pechincha) es la única cuyo ámbito comprende países de la costa este americana; probablemente, su introducción se produjese por vía atlántica desde Europa, mientras que las palabras cuyo étimo parece relacionarse con la raíz pichi- poseen un radio de acción centrado en los países del Pacífico.

Todo lo expuesto viene a indicar el uso de la expresión pichichango o pichi chango en México, Perú y Chile, aparte de ser también de uso frecuente en la zona de Arafo y Güímar (sureste de la isla de Tenerife, Canarias). Su origen parece, ciertamente, americano –y, muy probablemente, mexicano– aunque de uso también en otras áreas geográficas. Asimismo, la raíz pichi que hace referencia a algo de pequeño tamaño, corta edad, poca significación, etc. parece ser uno de estos elementos que serían importados de alguna manera a Tenerife, a principios del siglo XX desde el español hablado en las costas del Pacífico.

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