A comienzos del año 2022 seis cineastas canarias[1]En un principio la iniciativa contaba con cinco cineastas y en julio de 2022 Claudia Torres se unió al proyecto con su cortometraje. dieron a conocer un proyecto colectivo audiovisual basado en el texto de la escritora cubano-canaria Nivaria Tejera El barranco, la primera novela sobre la guerra civil española en Canarias[2]Nivaria Tejera nació en Cienfuegos, Cuba el 30 de septiembre de 1929 y falleció en París el 6 de enero de 2016. Su novela El barranco fue publicada en la editorial Lettres Nouvelles de París en 1958 en traducción francesa del original. La … Seguir leyendo. Los cortometrajes de las directoras de cine Daniasa Curbelo, Violeta Gil Quintana, Macu Machín, Estrella Monterrey Viña, Silvia Navarro Martín y Claudia Torres[3]Este proyecto surge a raíz de una propuesta de Estrella Monterrey Viña, cineasta, realizadora e investigadora canaria. La iniciativa contó con el apoyo del programa de Igualdad, Diversidad y Cultura del Instituto Canario de Desarrollo Cultural … Seguir leyendo evocan, con distintas miradas, el carácter testimonial y poético de la novela de Tejera. Estas seis creaciones cinematográficas desafían el olvido generalizado de la historia reciente y constituyen en conjunto un texto de resistencia al patriarcado, al fascismo y a distintos discursos de poder, transformando a los espectadores en interlocutores urgentes de la memoria y el horror de la Guerra Civil en Canarias. El trabajo colectivo fue ideado, creado, inspirado y realizado en su totalidad por mujeres, un hecho fundamental que resemantiza el papel de la mujer canaria como narradora y agente de la historia.

En la discusión sobre la encrucijada cultural canaria entre los años 1930 y 1950 es imprescindible denunciar el terror de la Guerra Civil y la posguerra en el archipiélago. Casi noventa años después del golpe de estado al gobierno de la Segunda República, los fantasmas de la guerra y la represión franquista siguen habitando sigilosamente en la conciencia colectiva de la sociedad canaria. Según el buscador de fosas comunes del Ministerio de la Presidencia, Relación con las Cortes y Memoria Democrática, existen treinta y nueve fosas comunes en Canarias, de las cuales hasta hoy solamente dos han sido exhumadas en su totalidad y otras dos dignificadas[4]La página web del buscador de fosas es la siguiente: https://www.mpr.gob.es/. Sin embargo, es imposible conocer con exactitud el número de fosas comunes que existen en las islas o cuántas personas fueron arrojadas al mar.
Los historiadores isleños han documentado la fuerte represión que se vivió en el archipiélago, particularmente al comienzo de la guerra, con el objetivo de pacificar temprano el territorio, controlar y utilizar las islas como zona de provisión de soldados y alimentos (Cabrera Acosta 16). En la isla de Tenerife, desde las primeras horas del 18 de julio se produjeron detenciones masivas. El ejército y grupos de voluntarios rastrearon casas y montes para arrestar a millares de personas, ya seleccionadas de antemano (Rivas García 66). Las prisioneras y prisioneros republicanos fueron trasladados a la Prisión Provincial de Tenerife, almacenes, distintos edificios y barcos atracados en el puerto. Fue en la prisión de Fyffes donde encarcelaron al padre de Nivaria Tejera. La historia de su aprisionamiento, y el impacto que provocó en la hija este suceso, conforman la trama esencial de El barranco.
La novela de Nivaria Tejera narra el encuentro brutal entre una niña y la guerra. Es la historia de una gran pérdida, la del padre, pero también es el relato del final abrupto de la infancia. La escritora cubano-canaria nació en Cienfuegos, Cuba, en 1929 y vivió su niñez en Tenerife hasta los quince años. Residía en La Laguna con su padre, Saturnino Tejera, su madre, Zoyla Montejo y su hermano Tinerfe. La Guerra Civil provocó una sacudida violenta en su entorno cuando su padre, a quien ella adoraba, fue arrestado por los falangistas y encarcelado durante ocho años. Saturnino Tejera, Santiago en la novela, era un periodista republicano tinerfeño, y ocupaba un papel relevante en el mundo cultural de Tenerife en los años 30. Fue pionero del socialismo en la isla, figura representativa de la masonería en Canarias y presidente del Orfeón La Paz durante tres años consecutivos. En 1944 Saturnino pudo escapar a Cuba, pero llevó consigo graves problemas de salud a raíz de su período de encarcelamiento. Falleció en Cienfuegos a los 56 años. Mientras su padre iba perdiendo la memoria, Nivaria Tejera se dedicó a escribir las vivencias canarias. Dos años después de la muerte de Saturnino Tejera, El barranco se publicó en traducción francesa en 1958. Sesenta años después, seis jóvenes autoras reinterpretaron la obra de Nivaria Tejera en sus textos fílmicos, manteniendo viva la memoria imprescindible de una niña canaria.
La proyección cinematográfica consiste en tres ensayos fílmicos[5]Los ensayos fílmicos corresponden a Estrella Monterrey Viña, Macu Machín y Claudia Torres. El crítico García Martínez explica en su artículo sobre el ensayo fílmico que existen muchas definiciones de este género y es muy difícil concretar … Seguir leyendo, dos creaciones de videoarte[6]Las creaciones de arte audiovisual pertenecen a Violeta Gil Quintana y Silvia Navarro Martín. Los críticos Aurelio Portillo García y Antonio Caballero Gálvez definen así el videoarte: «En los años setenta, aunque con … Seguir leyendo y una performance[7]Daniasa Curbelo realizó la pieza audiovisual basada en una performance. Según Bernhard Giesen algunas de las características del arte de la performance son las siguientes (mi traducción): […] «La performance cambia el enfoque de la … Seguir leyendo. El proyecto comienza[8]Este análisis corresponde a la versión del proyecto de julio 2022. con un fragmento del cortometraje de Claudia Torres, titulado Iré y entonces el gran viento vendrá revuelto desde el fondo. Y yo estaré mirando hacia abajo. El título corresponde a la última línea de El barranco. De este modo el final de la novela prosigue en las primeras imágenes del proyecto colectivo audiovisual. Las palabras finales de la niña narradora de El barranco se conectan linealmente con la voz desgarradora de una mujer que rememora las frases de su infancia y el pavor que sufrió durante la Guerra Civil: […] «Esta noche matamos al señor Dámaso […] Subimos a cortarle el cogote […] Esta noche violamos a Cándida […] Les robamos a los chicos […] Aquello fue difícil. Madre siempre estaba llorando […] Las botaban a las plataneras. Yo no lo vi, mi padre sí. Nos contaba a nosotras […] Mataron a mucha gente. Mataron a Ramón con 17 años. La madre, Pilar, meándose, gritando. Aquello fue horrible». La voz en off de la narradora adquiere incluso mayor intensidad junto a la composición de imágenes de paisajes canarios, cabras en movimiento, barrancos, documentos históricos relacionados con la etapa franquista y la cegadora luz del sol (fig 1).

La voz protagonista del cortometraje de Claudia Torres describe el terror que oyó en boca de su madre «Chicos, apaguen las luces […] Luces encendidas no se podía tener» […] Ese temor a la luz y a ser descubierto aparece de forma recurrente en las obras narrativas de Nivaria Tejera.
La luz del sol, canario primero, y más tarde cubano, es un símbolo del poder opresor de las dictaduras. La primera conexión de Nivaria con el sol se estableció durante la guerra civil española, continuó en Cuba con el gobierno de Fulgencio Batista y culminó con la Revolución cubana[9]La experiencia vital de Nivaria Tejera en relación con las dictaduras fue excepcional. Vivió la Guerra Civil española y la primera posguerra en Canarias, el régimen de Fulgencio Batista en Cuba y finalmente participó en la Revolución cubana … Seguir leyendo. Esta relación simbólica entre la luz del sol y la dictadura fuerza a la niña de El barranco a huir del resplandor. «Tanta claridad me encandiló. El sol desprendía una luz extraña […] Hubiese querido que el zaguán fuera mi lugar siempre. A esta hora no hay sombra oscura en ninguna parte. En el zaguán es distinto. Parece de noche» (El barranco 35). El rechazo a la luz solar y a la claridad es un tema clave en la obra audiovisual de Claudia Torres y en los textos narrativos de Nivaria Tejera. Por ello Nivaria vivió la mayor parte de su vida exiliada en París, alejada del sol que la asfixiaba desde la infancia.
La necesidad de apagar las luces, ser invisibles y vivir en la sombra por miedo a ser descubiertas se reitera en varias de las piezas audiovisuales aquí analizadas. Esconderse era un acto vital, como evoca el cortometraje de la cineasta tinerfeña Daniasa Curbelo titulado Allí se metían para que no los cogieran. A modo de performance onírica, una figura espectral aparece delante de El Cardón de Buenavista[10]El Cardón de Buenavista es un arbusto en forma de cactus de gran tamaño, representativo de la zona de Buenavista del Norte, en Tenerife., recitando con voz grave y tenebrosa: «Eso se decía antes. Se decía que se escondían. En El Cardón se escondían. Allí se metían para que no los cogieran. Eso pasó en la Guerra Civil. En Buenavista había mucha persecución. Por eso se escondían en El Cardón». El universo visual del filme revela, inspirado en el espacio literario de Nivaria Tejera, una narrativa de angustia y explosión sensorial.
La escenografía de la performance de Daniasa Curbelo se asemeja a un cuadro surrealista, una pesadilla monstruosa. La silueta roja sin rostro contrasta con el color verde del cardón que sirve de fondo escénico. Lentamente, el personaje se mueve en sintonía con la robótica voz fantasmal. Junto con la obra de Daniasa Curbelo, El barranco destaca por su fuerza surrealista. En este fragmento la niña protagonista sueña con su padre, a quien ya había visitado en prisión varias veces:
De noche sueño que su sonrisa me llega hasta el hombro y que yo la sacudo, que la estiro hasta que ya los dientes son escaleras y puedo subir; pero entonces los ojos se extravían mirando lejos y empiezan a salir de allí bolitas muy gruesas que al tocarme se agrandan y tienen fuerza y empujan para que yo salga, porque a espaldas de papá muchos hombres con armaduras de hierro apuntan sus fusiles de huesos y huesos negros, incrustados unos en otros. Y al ver que no huyo papá me esconde detrás de su boca. Y allí dentro estoy a oscuras y corro, corro pero no hay salida. Y todo es como una caverna con dientes afilados (64).
Los dientes afilados de la caverna en la que se ocultaba la protagonista de El barranco recuerdan a las cortas espinas del cardón donde se escondían los republicanos perseguidos. En ambos textos el sueño y la realidad se confunden. En el cortometraje, el primer plano de una mano adentrándose en el cardón provoca una reacción sobrecogedora al imaginar el dolor provocado por el tacto de las espinas (fig 2).

Esta imagen de la obra de Curbelo conecta brillantemente con la escritura sensorial de El barranco. En la novela de Nivaria Tejera el mundo se percibe con los cinco sentidos. La realidad se huele, se toca, se ve, se prueba y se oye. Los textos de Tejera y Curbelo usan estampas oníricas, elementos sensoriales y el espacio geográfico de la isla de Tenerife para denunciar el horror de la guerra y la posguerra en Canarias.
Al igual que las obras de Claudia Torres y Daniasa Curbelo, los cortometrajes de Silvia Navarro Martín y Violeta Gil Quintana son extraordinarias experiencias visuales. Navarro Martín y Gil Quintana escogieron el formato de videoarte para sus textos fílmicos. La pieza audiovisual de Silvia Navarro Martín se titula Estoy de regreso. Me parece volver de un sitio remoto. Eso es. Estoy de regreso de un sitio remoto. El título hace referencia al comienzo del capítulo 3 de El barranco. En esta sección de la novela, la protagonista narra la visita a la prisión de Fyffes, donde se encuentra su padre encarcelado. La niña se enfermó durante el largo viaje y llegó a contraer fiebre por la emoción de verlo:
Creo que estuvimos sin decirnos nada durante mucho rato. Las gentes empujaban porque querían ponerse cómodas. Pero todos llorábamos y esto nos hacía olvidar el cuerpo. Mamá dijo bajito: “digan algo” porque los ojos de papá brillaban tanto que parecía que iban a romperse. […] Dije: “papá”, porque no recordé más palabras. Quería entenderme con él sin palabras, con algún sonido, con algún gesto. Sentía así que lo tocaba. […] alargué mi mano y las rejas se apartaron como una cortina. Estábamos cerca, claramente, jugando en la montaña. Éramos de mentira y papá volaba. (46-47)
El silencio constituye el elemento más dramático de la escritura nivariana, un concepto que Silvia Navarro Martín trasladó a su obra, inspirada en este capítulo del encuentro entre padre e hija. En su creación de videoarte no existe una voz narrativa superpuesta. La fuerza poética del cortometraje se concentra en el estilo experimental de sus imágenes en blanco y negro. Las escenas se asemejan a negativos fotográficos en movimiento, logrando un intenso efecto visual de lejanía espacio-temporal. La técnica del claroscuro deforma la luz, los colores, los rostros y nos transporta al sitio remoto del que retorna la niña de El barranco.
En el inicio del cortometraje de Silvia Navarro Martín una montaña oscura se cubre gradualmente de un tono blanco intenso, como si un alud de nieve sucediera a cámara lenta desde el pie de la montaña hacia la cima (fig. 3).

Esta explosión visual, junto con el sonido electrónico de fondo, evoca un paisaje lunar, un espacio distante. Usando el mismo efecto en negativo, una multitud siniestra de pájaros recubre el paisaje en su totalidad. Aparece entonces la figura de una niña en claroscuro, corriendo por una ladera como si huyera de la formidable bandada de aves. Mediante un cambio escenográfico, el paisaje desbordado por las aves se transforma en un desfile militar multitudinario. Los pájaros que perseguían a la niña son ahora militares sin rostro con fusiles, marchando y realizando el saludo fascista. La secuencia de los soldados se contrapone con imágenes históricas de niñas vestidas de blanco haciendo gimnasia, al estilo de las películas del NODO que divulgaban la labor de la Sección Femenina de la Falange. Vemos una mano que contiene –quizás– semillas aplastadas por un dedo y un grupo de personas irreconocibles caminando en fila por un barranco. Al final del cortometraje todo se vuelve negro.
El lenguaje cinematográfico experimental en la obra de Silvia Navarro Martín interactúa con la expresión poética de El barranco de Nivaria Tejera. Ambos textos se alejan de estructuras narrativas tradicionales para exigir espectadores y lectores activos. Mediante juegos verbales, falta de puntuación, enumeraciones angustiadas y múltiples recursos estilísticos El barranco trasgrede los límites normativos y desafía las convenciones genéricas de la novela. Del mismo modo, la pieza audiovisual de Silvia Navarro Martín es un sorprendente ejemplo de videoarte y una innovadora obra lírica, al usar el efecto en negativo sobre imágenes del paisaje canario, filmaciones históricas y elementos simbólicos nivarianos.
El videoarte constituye también el método conceptual elegido por la cineasta Violeta Gil Quintana para este proyecto. El cortometraje de Gil Quintana destaca por el punto de vista de la narración, el proceso de transformación del entorno de la protagonista, la descripción simbólica y musical del paisaje, y el ritmo in crescendo de sus imágenes. Titulado Barranco, el filme evoca la experiencia de la niña protagonista en la novela de Nivaria Tejera. De manera figurativa, se describe la realidad canaria antes y después de la guerra. Utilizando un filtro sepia, la pieza audiovisual comienza en primera persona[11]En el cortometraje no se muestra un personaje principal. Establecemos la conexión del texto de Violeta Gil Quintana con la novela El barranco y asumimos que la mirada es de la niña protagonista por las referencias temáticas a la novela de Nivaria … Seguir leyendo. La cámara enfoca la copa de los árboles, siguiendo los ojos de la protagonista, revelando la mirada de un paseante. Se suceden una serie de primeros planos de naturaleza canaria: troncos de árboles, una pared de rocas, figuras religiosas en miniatura, hojas secas en el suelo, una araña reposa en su tela delante de un estanque y planos detalle de árboles, rocas, hojas y cuevas. De fondo escuchamos sonidos ambientales como el viento y el zumbido de abejas. El sol se esconde tras las nubes.
Se produce gradualmente un cambio en el tono del filme. Ahora la cámara que sigue la mirada de la niña se oculta detrás de un árbol. Los sonidos de la naturaleza son reemplazados por música de suspense y golpes de percusión metálicos similares al ruido de una ametralladora. Se insertan planos de corta duración que crean una impresión de urgencia y dramatismo en los momentos de mayor rapidez. Los restos de una carta quemada asoman entre las hojas del suelo. Varios fotogramas se repiten, en particular el de una familia campesina canaria delante de su casa. La araña en su tela ahora corre angustiada. Vemos la imagen de una tunera detrás de una valla espinosa, como símbolo del inicio de los encarcelamientos. (fig. 4)

Las hormigas recorren frenéticamente el tronco de un árbol. Las raíces de los árboles parecen rostros enterrados y contrastan con la dura mirada de unos guardias civiles desafiando a la cámara.
Un grupo de militares corre en el campo y se muestra la entrada a una cueva, sugiriendo redadas y detenciones. El sol ahora acecha desde lo más alto. Sombras de mujeres con manto y ramas se proyectan en troncos gigantes de árboles que se llenan cada vez de más hormigas. Una figura de negro se oculta entre matorrales altos y campos de caña de azúcar. El plano detalle del clavijero de una guitarra nos recuerda al instrumento del abuelo en la novela. Aparecen las líneas de un texto que corresponde a la sección final de El barranco, anunciando el destierro del padre a la Península por cuarenta años. Las imágenes cambian rápidamente con un sonido metálico de fondo. Ahora la mirada del paseante que inició el cortometraje va retrocediendo, huyendo del sol. Las líneas del texto de El barranco, en forma de carta, se queman. El sonido del fuego crepita muy alto y el sol continúa acechando.
La narración llega a su clímax con la imagen de la explosión de un cañón o granada. Hombres en fila excavan en la tierra, quizás sus propias tumbas. Un pequeño grupo de mujeres se encuentra en la entrada de una casa y unos soldados custodian prisioneros bajando una ladera con las manos en alto. El ritmo de la narración se vuelve ahora más rápido. Los rostros de los guardias civiles en formación continúan desafiando a la cámara, y en una secuencia paralela, una formación de mujeres vestidas de negro mira también al objetivo. En ese momento las escenas anteriores comienzan a ir marcha atrás. La carta se termina de quemar y la cámara se centra en la familia campesina con un primer plano de la niña. Las sombras de mujeres con ramas vuelven a aparecer frente al árbol lleno de hormigas. El objetivo se aleja apresuradamente del sol, con la carta ya hecha cenizas, y en el final vuelve a aparecer el rostro de la niña en los planos de corta duración.
El videoarte de Violeta Gil Quintana reinterpreta uno de los temas fundamentales de El barranco de Nivaria Tejera, la experiencia de la niña ante el mundo que le rodea y la devastación que supuso la llegada de la guerra. En la novela, la protagonista hace referencia a su entorno anterior a la guerra, y los elementos que se encontraban tradicionalmente en su casa: «nísperos, tinaja de agua, una cabra negra, un patio» (19). Su vida quedó desolada a partir de “el golpe”: «Ya no arrulla nuestro reposo el zumbido de insectos que levanta el sol desde los surcos, al quemarlos. Están el viento y la lluvia y el ruido lejano de los cañones» (101). La transformación de la realidad canaria en la novela es representada magistralmente en el cortometraje de Violeta Gil Quintana. La narración se construye con imágenes de atmósfera fónica, símbolos del entorno canario relacionados con la novela, cambios de ritmo que proporcionan intensidad al relato y una estética experimental.
A diferencia de los cortometrajes de enfoque poético-sensorial de Violeta Gil Quintana, Silvia Navarro Martín y Daniasa Curbelo, las creaciones cinematográficas de Macu Machín, Estrella Monterrey y Claudia Torres -ya discutida-, se aproximan a la novela de Nivaria Tejera desde el ensayo fílmico[12]Para su definición, véase la nota a pie de página número 5.. La necesidad de manifestar el horror de la guerra civil española en Canarias, en voz de mujer, conecta estos tres textos. A pesar de esta división de las obras en dos grupos según su tratamiento, cabe destacar que los seis cortometrajes, al igual que El barranco de Nivaria Tejera, contienen elementos tanto poéticos como testimoniales.
En el ensayo cinematográfico de la cineasta Macu Machín titulado Aquí estuvimos, la directora, como la niña de El barranco, crea la narración de su propia historia. La memoria que se transmite entre mujeres de distinta generación es el fundamento autobiográfico del texto. El cortometraje comienza con una imagen de pájaros sobrevolando el horizonte. En la cocina de la casa, dos mujeres preparan comida junto a Pipín, el perro de la familia, mientras se dirigen con humor a la persona que se encuentra detrás de la cámara: «No me dejes mal, Macu». Estas primeras escenas son ejemplos de cine performativo: la directora forma parte de las participantes en el filme. Las protagonistas se dirigen a “Macu” mientras la directora-personaje graba detrás de la cámara. Es una intérprete más de la narración, aunque no veamos su rostro. Estas primeras escenas familiares, son una invitación a entrar a la casa y conocer íntimamente su entorno.
La siguiente escena muestra la espalda de un joven miembro de la familia. Se oye la voz detrás de la cámara aclarando «es la espalda de Benja». A continuación, en una imagen de fondo negro, escuchamos una voz en off: ¿me cuentas el sueño que tuviste? Aparece un gato negro de mirada intensa al lado de un árbol, como una fotografía. En otra escena, una de las protagonistas se encuentra recogiendo limones y perejil. Oímos entonces: «¿qué quieres, oír el dulce eco de tu madre?» El espectador descubre entonces que la voz detrás de la cámara propone entrevistar a su madre. Se cruzan estampas del paisaje lluvioso. Hay una referencia al Barranco de Izcagua en El Fayal y conocemos así la localización del ensayo fílmico: la isla de La Palma. No hay música de fondo, solo silencios, sonidos de la naturaleza y las palabras de las participantes.
Comienza el diálogo. En la primera sección, sentada en el suelo del terreno, la protagonista enseña al objetivo un juego con el que se divertía sola de niña. Solamente se requieren cuatro piedras (fig. 5).

Finalmente, la madre se encuentra sentada en una roca, de perfil a la cámara. Escuchamos su relato con voz en off, mientras ella mira el paisaje, intranquila. La protagonista cuenta un sueño que la aterroriza: en el Risco Alto vio una imagen, la de su hijo Benja, cayéndose por un precipicio. «Por eso no me gusta ese lugar, porque me quería tirar», afirma. Confiesa a su interlocutora que también tuvo otro trágico sueño con ella. La creación audiovisual concluye con una sublime escena de la protagonista bajando lentamente por la ladera, rodeada de vegetación, alejándose de la cámara.
El magnífico ensayo fílmico de Macu Machín demuestra con un lenguaje íntimo la importancia de aprender la historia mediante testimonios orales como instrumento de desafío al discurso dominante. El miedo de perder a un ser querido, incluso si se trata de un miedo imaginado, no se relata en historias oficiales. En la novela El barranco, una niña cuenta la experiencia de la pérdida del padre y recoge la experiencia colectiva del dolor de los niños de la guerra. Nivaria Tejera se dedicó a escribir las vivencias de su padre, al igual que Macu Machín documenta la historia de su madre. Los testimonios, aun siendo novelados o fílmicos, revelan historias con nombres, espacios geográficos concretos y experiencias humanas. El tema de la memoria es fundamental en los cortometrajes de estas cineastas canarias. Sus creaciones audiovisuales son necesarias para restablecer la memoria histórica de una generación destrozada por la guerra y la dictadura.
El ensayo audiovisual de Estrella Monterrey Viña conecta de forma extraordinaria el tema de las voces silenciadas de la guerra civil española con la historia colonial de Canarias y la experiencia del inmigrante africano en el archipiélago. Haciendo un recorrido por la isla de Tenerife, la voz narrativa en primera persona guía al espectador en un viaje de búsqueda personal que trasgrede límites temporales y examina el carácter dual de las islas como geografía de resistencia y de represión a la vez.
El título de este trabajo, Tanqueabajo, es una referencia textual a la novela de Nivaria Tejera. El barranco de Tanqueabajo aparece numerosas veces en la narración como el espacio donde arrojan a los prisioneros:
Nadie habla delante de mí […] Pero yo escucho los comentarios al regreso a casa detrás de las puertas. Ahora ya sé que llaman pelotón a un grupo de hombres que llevan a matar al Tanqueabajo, un barranco enorme y hundido por la vegetación, donde echan los animales muertos y la basura de toda la ciudad. (33-34)
El cortometraje comienza mostrando la perspectiva que se aprecia desde la ventana de la narradora, el patio de un edificio militar en desuso. Un gato negro, referencia nivariana en varios de los textos fílmicos, descansa detrás de una verja. La voz confiesa que a veces vigila a los militares cuando se acercan al patio e imagina cómo habrían llevado a los prisioneros al barranco de Tanqueabajo durante la guerra. Decide observar de cerca y al no encontrar a los militares, comienza su recorrido. Por primera vez la imagen de la narradora se refleja en un espejo redondo de tráfico, mientras graba con una pequeña cámara. Encuentra en su camino otro edificio militar que alberga a grupos de inmigrantes africanos retenidos en su viaje a Europa. En su exploración documental, la narradora decide entrevistar a Mohammed Bari, un joven de Sierra Leona que quiere ser futbolista. Antes de la conversación, se describe la historia de la ciudad de Freetown, colonia británica que sufrió una brutal guerra civil, usando dibujos infantiles. Mohammed confiesa que no se puede ser libre sin documentos y reza por conseguirlos. En ese momento la voz narrativa observa que la cárcel de las personas migrantes se extiende más allá de la isla.

La cámara sigue la sombra de la cronista que continúa en su viaje de exploración. Estableciendo una referencia textual con El barranco de Nivaria Tejera, los zapatos de la narradora se transforman en botas de una niña que quiere jugar. Las imágenes de un terreno desolado sirven de fondo a la voz dulce de una niña, quien denuncia el peligro de los barrancos y la suciedad del planeta.
La protagonista vuelve a ser adulta y contemplamos un primer plano de perfil de la narradora con su cámara. La próxima parada es una antigua cárcel en la calle Consistorio, que se menciona también en la novela de Tejera. La segunda conversación del filme tiene lugar en un espacio sorprendente, una cárcel con 500 años de historia, semejante a la etapa histórica colonial de Canarias, como afirma la narradora. José Manuel, archivero de La Laguna, nos guía en la visita. El espacio está lleno de escombros y basura. Aun así, declara José Manuel, las huellas del pasado nos atrapan al entrar. Las paredes contienen dibujos y mensajes de prisioneros encerrados en la Guerra Civil y otros períodos históricos.
El siguiente paso del recorrido es Tanqueabajo, actualmente conocido como La Milagrosa, afirma la narradora, quien coge unas flores delante de la imagen de la virgen. Ahora en coche, su viaje termina con una visita al mar y una reflexión sobre el Océano Atlántico, un espacio de viaje y libertad, pero también de muerte. La narradora concluye su trayecto arrojando al mar las flores prestadas de la imagen de la Virgen y un barco de papel, en homenaje a las mujeres y hombres que quisieron ser libres.
El ensayo audiovisual de Estrella Monterrey Viña analiza de forma altamente simbólica la compleja situación de las islas como espacio dual de prisión y resistencia. A lo largo de su historia, el archipiélago canario ha sido un emplazamiento geográfico deseado por motivos de control y colonización. A finales del siglo XV, Cristóbal Colón se valió de la situación geográfica de las Islas como puente hacia América. Canarias fue el primer experimento colonial de España. Casi cinco siglos más tarde, el archipiélago canario será también elegido para comenzar otro proceso de conquista, en este caso de carácter ideológico. La Guerra Civil española comenzó en Canarias y fue el primer territorio nacional en ser abatido por las fuerzas de Francisco Franco. Por otro lado, en el siglo XXI, la imagen de Canarias, un paraíso utópico, deseado por el turista occidental, contrasta con la experiencia de aquellos inmigrantes que ven las Islas como la puerta trasera de Europa, hacia una vida “mejor”[13]Este tema lo discuto en el ensayo “Espacios de resistencia: la literatura canaria en un contexto transatlántico” Memoria del Coloquio Internacional de Literatura Mexicana Hispanoamericana, 9-11 nov. 2005, Sonora, Mexico, Universidad de Sonora … Seguir leyendo. La obra de Estrella Monterrey Viña resiste el discurso dominante al imaginar Canarias como un espacio de resistencia, denunciando la historia colonial, el terror de la guerra civil y la situación actual de la inmigración en Canarias, valiéndose de un análisis crítico original y testimonios en primera persona.
En una carta a Eleanor Roosevelt, la escritora estadounidense Martha Gellhorn escribió acertadamente que el golpe de estado de 1936 no fue una guerra civil, sino una lucha entre una democracia y tres fascismos (Gellhorn 1938). La novela El barranco de Nivaria Tejera y los textos de las seis cineastas aquí analizados desafían el silencio generalizado sobre la represión en Canarias durante la guerra y la posguerra. De particular importancia es la historia de la violencia del régimen hacia las mujeres canarias, una memoria que ha sido enterrada. Los seis cortometrajes coinciden en evocar el carácter testimonial de El barranco, la experiencia del horror de la protagonista en la novela, la importancia sensorial del lenguaje y el rol fundamental de la voz narrativa de mujer. Las cineastas interpretan la novela de Tejera desde la óptica del ensayo fílmico, el videoarte y la performance.
Las proyecciones de los cortometrajes están actualmente recorriendo las distintas islas del archipiélago y pronto serán vistas en otros países. Este proyecto colectivo es esencial porque conserva la memoria de miles de personas que se enfrentaron a un golpe de estado y fueron arrestadas, desaparecidas, arrojadas a un barranco o enterradas en una cuneta. En el año 2008 Nivaria Tejera argumentó en una ponencia en Nueva York que el legado literario de las escritoras se mide con el paso de los años: «El mundo entero los encierra» (fig. 6). «Pienso que, sustancialmente, sólo el tiempo podrá valorar una obra y descubrir si, de manera sutil o brutal, las exigencias que engendra la voluntad de escribir, su secreto desarrollo, las necesidades intrínsecas que labran su estilo por su obstinada manera de apartarse de los lugares comunes, dejaron huella de innovación»[14]Conferencia de Nivaria Tejera en el Instituto Cervantes de Nueva York el 8 de marzo del 2008.. Indudablemente Daniasa Curbelo, Violeta Gil Quintana, Macu Machín, Estrella Monterrey Viña, Silvia Navarro Martín y Claudia Torres han contribuido a mantener vivo el legado de Nivaria Tejera y visibilizar la memoria de Canarias para un público joven que necesita conocer su propia historia.
NOTAS[+]
↑1 | En un principio la iniciativa contaba con cinco cineastas y en julio de 2022 Claudia Torres se unió al proyecto con su cortometraje. |
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↑2 | Nivaria Tejera nació en Cienfuegos, Cuba el 30 de septiembre de 1929 y falleció en París el 6 de enero de 2016. Su novela El barranco fue publicada en la editorial Lettres Nouvelles de París en 1958 en traducción francesa del original. La primera edición en español apareció en Cuba, en 1959. |
↑3 | Este proyecto surge a raíz de una propuesta de Estrella Monterrey Viña, cineasta, realizadora e investigadora canaria. La iniciativa contó con el apoyo del programa de Igualdad, Diversidad y Cultura del Instituto Canario de Desarrollo Cultural (ICDC). |
↑4 | La página web del buscador de fosas es la siguiente: https://www.mpr.gob.es/ |
↑5 | Los ensayos fílmicos corresponden a Estrella Monterrey Viña, Macu Machín y Claudia Torres. El crítico García Martínez explica en su artículo sobre el ensayo fílmico que existen muchas definiciones de este género y es muy difícil concretar las características, ya que el género de ensayo literario es asimismo complejo de describir. Una de las definiciones que ofrece en su artículo es la siguiente: «Philip Lopate ha esquematizado cinco cualidades imprescindibles para calificar a un film como ensayo y así evitar confusiones: presencia de la palabra, representación de una perspectiva o voz única, intento de averiguar algo sobre un problema, punto de vista personal y lenguaje elocuente.» (85) |
↑6 | Las creaciones de arte audiovisual pertenecen a Violeta Gil Quintana y Silvia Navarro Martín. Los críticos Aurelio Portillo García y Antonio Caballero Gálvez definen así el videoarte: «En los años setenta, aunque con diferentes enfoques, toda actitud artística en el uso del vídeo se denominó “videoarte […] Actualmente, la definición de videoarte no se rige por la materialidad o los medios tecnológicos de producción sino por su estética formal y el contexto donde son presentados […] consideramos que uno de los criterios más relevantes en la valoración de las piezas como videoarte sería la intencionalidad del artista durante su realización.» (94-95) |
↑7 | Daniasa Curbelo realizó la pieza audiovisual basada en una performance. Según Bernhard Giesen algunas de las características del arte de la performance son las siguientes (mi traducción): […] «La performance cambia el enfoque de la actividad artística; […] se explora un acontecimiento volátil de performance corporal. […] Su intención es la destrucción de narrativas géneros y estructuras de significado convencionales […] Intenta confundir los límites del arte y la realidad, del artista y el espectador» (315). |
↑8 | Este análisis corresponde a la versión del proyecto de julio 2022. |
↑9 | La experiencia vital de Nivaria Tejera en relación con las dictaduras fue excepcional. Vivió la Guerra Civil española y la primera posguerra en Canarias, el régimen de Fulgencio Batista en Cuba y finalmente participó en la Revolución cubana hasta 1965, momento en que se desliga del gobierno castrista y se exilia en París. |
↑10 | El Cardón de Buenavista es un arbusto en forma de cactus de gran tamaño, representativo de la zona de Buenavista del Norte, en Tenerife. |
↑11 | En el cortometraje no se muestra un personaje principal. Establecemos la conexión del texto de Violeta Gil Quintana con la novela El barranco y asumimos que la mirada es de la niña protagonista por las referencias temáticas a la novela de Nivaria Tejera. |
↑12 | Para su definición, véase la nota a pie de página número 5. |
↑13 | Este tema lo discuto en el ensayo “Espacios de resistencia: la literatura canaria en un contexto transatlántico” Memoria del Coloquio Internacional de Literatura Mexicana Hispanoamericana, 9-11 nov. 2005, Sonora, Mexico, Universidad de Sonora 2007, pp. 111-118. |
↑14 | Conferencia de Nivaria Tejera en el Instituto Cervantes de Nueva York el 8 de marzo del 2008. |