Sin duda alguna, la II Guerra Mundial (1939-1945) significó un antes y un después en la vida de millones de personas en numerosos países del mundo. España, que no participó «oficialmente» en aquella contienda, ya se había desangrado con la Guerra Civil (1936-1939).
No es necesario insistir en que la cultura fue un ámbito prácticamente desmantelado durante ese largo periodo de casi una década de contexto bélico. La desaparición de las infraestructuras culturales y la persecución masiva de intelectuales que se produjo en España durante esa etapa de muerte y destrucción, marcaron definitivamente el mundo cultural del momento. Y aunque numerosas personas tuvieron que marcharse, principalmente a la América hispana, hubo una gran cantidad de intelectuales que tuvieron que quedarse (o quisieron quedarse) por distintos motivos.
El grueso de los artículos de este número de la Revista ACL está dedicado a los hombres y mujeres de la cultura canaria que, forjados en aquel periodo de libertad que brindó la II República Española, tuvieron que sobrevivir en los primeros años post bélicos. Unos se marcharon para no volver; otros volvieron y desarrollaron su labor bajo la mirada atenta de la censura; otras personas, en fin, dieron sus primeras muestras en el campo de la cultura en los aciagos años de la década de 1940. Sea como sea, se trata de un periodo histórico que, al menos para Canarias, hay que reconstruir lentamente, pues todavía quedan muchas incógnitas que resolver.
En la sección Insulario, tras un esbozo necesariamente panorámico e incompleto firmado por quien esto suscribe, sobre el periodo literario y artístico canario entre 1936 y 1950, se rescatan algunas figuras clave para entender este complejo momento histórico.
La profesora María Auxiliadora Gabino Campos nos acerca a la figura de Elfidio Alonso Rodríguez (1905-2001), intelectual que ya se había dado a conocer como periodista desde 1927 y que publicaría su novela Los guanches en el cabaret al año siguiente (1928). Republicano de pro, en 1939 inicia su periplo de exilio principalmente en México y Venezuela.
Sergio Millares aborda una antología literaria de enorme valor historiográfico: Musas Cautivas. Editada en 2007, la obra recoge el testimonio poético de los presos políticos del régimen franquista, acompañada de emotivos dibujos realizados en las duras condiciones de los campos de concentración. Entre los autores están Felo Monzón (como ilustrador) y el poeta Luis Benítez Inglott. El investigador realiza un análisis exhaustivo y actualizado de las vicisitudes de estas y otras personas en aquellos años de terror.
La reflexión de Miguel Pérez Alvarado se centra en la recepción literaria de una joven y poco conocida figura de la vanguardia insular, Agustín Miranda Junco, especialmente por el hecho de que se valore en la crítica posterior su aportación al movimiento vanguardista, mientras ha quedado relegada a un segundo plano la obra que publica justo después de la guerra, Cartas de la Guinea (1940), de evidente filiación neocolonialista en la línea del nuevo statu quo establecido en España ese año.
La filóloga Yara García nos descubre numerosos datos inéditos de la escritora Chona Madera, entre ellos su fecha de nacimiento (que ahora queda fijada en 1894, no en 1901 como comúnmente se había aceptado), lo que desubica aún más si cabe una producción literaria dada a conocer tardíamente, ya en la década de 1940.
Felipe G. Landín realiza un recorrido literario por la obra de Ventura Doreste, autor clave, junto a Juan Manuel Trujillo, para el resurgir literario de la década de 1940, integrante además de la célebre Antología Cercada de 1947. Antología que sorteó un enigmático Juan Mederos, que ahora el investigador y poeta José Miguel Perera rescata nuevamente del olvido, con la incorporación de textos prácticamente desconocidos del autor.
María Hernández Ojeda aborda la figura de la escritora Nivaria Tejera, desde una óptica interdisciplinar. Analiza el trabajo audiovisual de seis cineastas en torno a la primera novela canaria que aborda la Guerra Civil: El barranco. Seis creaciones cinematográficas que, como afirma la filóloga canaria radicada en Nueva York, «desafían el olvido generalizado de la historia reciente y constituyen en conjunto un texto de resistencia al patriarcado, al fascismo y a distintos discursos de poder, transformando a los espectadores en interlocutores urgentes de la memoria y el horror de la Guerra Civil en Canarias».
Se completa la sección con un artículo de Antonio Jesús Sosa Alonso sobre el vocablo pichichango, usado en algunas localidades del sureste de Tenerife, que el autor relaciona con una procedencia americana, probablemente de México.
En la sección Miscelánea se completa parcialmente la visión literaria del momento con distintos acercamientos a la economía, el arte y la educación entre las décadas de 1930 y 1950. La tercera entrega del economista Antonio González Viéitez aborda el periodo comprendido entre las dos guerras mundiales y lo que ello significó para el tejido económico de las islas, especialmente en lo que se refiere al desmantelamiento del modelo agrario hasta entonces vigente.
El profesor Antonio Almeida Aguiar nos introduce de lleno en ciertos aspectos educacionales en un periodo de crisis social generalizado. Analiza con detalle el fenómeno de las colonias escolares y de sus implicaciones ideológicas desde su puesta en marcha en España y especialmente durante el periodo de la Guerra Civil y el franquismo.
Dos artículos nos aproximan a la perspectiva artística. El de Germán Jiménez Martel pone de manifiesto, con abundantes referencias histórico-bibliográficas, las contradicciones ideológicas de dos artistas claves de la modernidad canaria: Juan Ismael y José Arencibia Gil. Por su parte, Aitor Quiney revela en su extenso artículo importantes claves hasta ahora desconocidas del primer Manolo Millares, fundamentales para comprender su obra mayor.
La sección Islas Perdidas rescata dos textos de enorme interés. La investigadora y académica Carmen Díaz Alayón presenta un interesante texto del erudito José Agustín Álvarez Rixo (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1796-1883), titulado Noticia de los muchos apelativos procedentes de Portugal que existen en las Islas Canarias.
Se reproduce también una epístola inédita de gran valor documental de la escritora y artista Pino Ojeda, cortesía de la Fundación que lleva su nombre, que revela su relación de amistad con Juan Ismael entre 1946 y 1955. El texto, titulado Historia de una amistad. Balance con suma y sigue a Juan Ismael, está fechado en 1956.
Imagen de la portada Julio Alejandro Carreño Guillén