La persistencia de la rutina y de ciertos hábitos acomodaticios entre nosotros ha hecho que, con demasiada frecuencia, se recurra a la simplificación crítica, atendiendo más a las etiquetaciones y a las clasificaciones ya dadas que ha procurar un análisis desprovisto de perspectivas a priori condicionadas. Algo de esto que digo podría aplicarse a la hora de analizar la figura de Félix Casanova de Ayala y sus implicaciones con el postismo. Cierto que, desde sus primeras creaciones, es clara la voluntad vanguardista del poeta canario, manifiesta en la exploración verbal, en la búsqueda de las ocultas posibilidades que callan las palabras, en los destellos de humor destilados tras el choque de los vocablos. Mas es igualmente cierto que desde el principio hay una preocupación por el rigor conceptual que hace que su aventura a través del lenguaje pretenda hacer algo más que la sorpresa del artificio o el resplandor del hallazgo inesperado. Jorge Rodríguez Padrón (1985: 44-45) ha señalado la exigencia de testimonio existencial que marca la obra de Félix Casanova de Ayala. Su poesía se interroga de forma permanente por el sentido de la existencia, por la situación del individuo y, abordándolo con una urgencia reflexiva, por el conflicto de la soledad del hombre en el mundo. En Casanova de Ayala la palabra poética asume, desde la libertad e indagación sobre sus escondidas posibilidades, la condición dramática que deriva de ser testimonio del conflicto de la existencia y la soledad. El propio hecho de la insularidad originaria del poeta propicia, en buena medida, este rasgo definitorio. En esa misma dirección abunda su acérrima actitud independiente, su «apartamento» en ocasiones confundido con una fatalista sensación de olvido y marginación. La suya era una esencial e «insularia» soledad, y así llegaría a decir: «La unión hace la masa: ¡poetas, desuníos!» Pero ese es otro asunto.

Félix Casanova de Ayala entendió, y lo proclamó en varias ocasiones, que el postismo era postsurrealismo, indicando que la dimensión surreal era el factor determinante en toda su obra. El postismo, pues, constituyó un «germen de enriquecimiento» que impregnaría las distintas manifestaciones de su expresión poética. En el bagaje de esa expresión se afirma poderosamente el compromiso con el hombre, la identificación con el sufrimiento y el dolor de los perdedores. Así que, llegados a este punto, corresponde preguntarse ahora hasta dónde alcanza el postismo a Félix Casanova de Ayala. La respuesta la ofreció el propio poeta:
Mi inclusión en el postismo nace de un equívoco, en parte sustanciado por mi inexperiencia y amable laisser faire. Entiéndase inexperiencia no poética, sino en el trato social con poetas. Cuando uno se acerca curiosamente a un grupo, es recibido con cordialidad no exenta de un solapado espíritu de captación, traducido a posteriori en el inevitable colaborador de un número. Esto es humano y humanamente caben dos actitudes radicales: la cautela o la entrega. Los cautelosos no interesan al grupo: pronto son desterrados de él o se van por las buenas. Hay una tercera posición, más diplomática, pero más perniciosa a la larga: la del simpatizante. Esta fue la que yo adopté cuando conocí a los postistas. (Delgado, 1985: 12-13)
Este es el análisis que el propio poeta hacía de sus relaciones con el postismo. Pero, antes de continuar, recordemos ahora algunos datos de la trayectoria vital del escritor canario. En la primavera de 1990 se cerraba la biografía de Félix Casanova de Ayala, fallecido en Santa Cruz de Tenerife, en donde recibía desde 1967. Nacido en San Sebastián de La Gomera en 1915, Casanova de Ayala estudió medicina en Madrid, especializándose en estomatología. La guerra civil española le sorprendió en la capital y se incorporó a las filas del ejército republicano. Intervino en las batallas de Brunete y en las acciones militares de Levante, donde cayó prisionero en julio de 1938. Al finalizar la guerra se estableció en Madrid hasta 1953. Al tiempo que ejercía su profesión inició su actividad literaria, especialmente poética. Militó en el postismo y otros grupos de vanguardia y, tras una breve estancia en Ceuta, donde conoció y colaboró con los poetas del último Marruecos español, en 1954 regresó definitivamente a Canarias, primero a la isla de La Palma y después a la de Tenerife, donde en 1978 presidió la comisión ciudadana pro-neutralidad de Canarias y, un año después, fue proclamado candidato a senador por la coalición nacionalista Unión del Pueblo Canario. Una copiosa producción literaria –dieciséis títulos publicados– es el legado de este escritor difícilmente encasillable, solitario y aislado, en quien se concitan la ética y la estética, a la par que una sensibilidad abierta a los aires renovadores que han vivificado y estremecido la poesía de nuestro tiempo.

Félix Casanova de Ayala dio dos fechas de su encuentro con el postismo y los postistas. Una es 1945, en la «Peña los noveles» cuya sede radicaba en la taberna de Antonio Sánchez, preñada de óleos de Zuloaga y del propio tabernero, ex torero e íntimo del genial pintor; y la otra 1947, en el café Gijón, donde bullía la juventud creadora y la revista Garcilaso (Casanova de Ayala, 1964). Si aceptamos los comienzos de 1945 como fecha fundacional del postismo, comprobamos que, efectivamente, Félix Casanova de Ayala estableció contacto con el movimiento desde sus más iniciales manifestaciones, colaborando y manteniendo relaciones amistosas con Ory, Chicharro hijo y Sernesi, los fundadores, hasta los posteriores desacuerdos y desavenencias[1] Sobre el postismo véase Jaume Pont, El postismo. Ed. Del mall, Barcelona, 1987. Para las relaciones del poeta canario con el movimiento véase Delgado, J. J. et al, op. cit., así como la auto presentación que el propio poeta hace de su … Seguir leyendo. Y a partir de ahí ya es frecuente calificar la producción poética de Félix Casanova de Ayala dejándose llevar solo por la afiliación postista de sus primeros libros publicados en la península, singularmente El paisaje contiguo (1952) y La vieja casa (1953). Pero esto, como apunté antes, no es más que limitar y reducir a un único rasgo –ciertamente no el menor– una poesía plural y de variado registro; es reflejar un solo acento de una voz que latió en la aventura de distintos ecos.

Es verdad que Félix Casanova de Ayala fue un postista de espíritu toda su vida –«el vidente del postismo» se le llegó a denominar–, pero entendiendo esta afirmación como la pervivencia de una dimensión surreal vigente en toda su poesía, incluidas las posteriores derivaciones que ciñeron sus poemas a las formulaciones expresivas existenciales y sociales. Y es que Félix Casanova de Ayala se caracteriza singularmente por una fecunda intensidad creadora que hizo que su poesía transitara con toda vitalidad entre la vanguardia y la tradición, abordando asimismo la novela de costumbres y el ensayo[2]Como novelista es autor de El collar de caracoles, aparecida por primera vez en 1968, dentro de los folletines encuadernados del periódico La Tarde, Santa Cruz de Tenerife. En 1981 se reeditó por el Centro de la Cultura Popular Canaria, llegando a … Seguir leyendo, además de una insólita y admirable experiencia de colaboración lírica llevada a cabo con su hijo Félix Francisco[3]Fruto de esa colaboración fueron los poemarios Cuello de botella, Nuestro Arte, Santa Cruz de Tenerife, 1976; y Los botones de la piel, HA/ editor, colección Añil de poesía, Santa Cruz de Tenerife, 1986., fallecido prematuramente en 1976 con 19 años y ya con importantes premios en su haber literario.
En el relato de su primera relación con los postistas, Casanova de Ayala se define a sí mismo como un «neobarroco surrealizado» que se desazonaba ante la «serenidad» de la «juventud creadora» reunida en torno a Garcilaso. Su inquietud, ya que no de fondo, se extrovertía por las ramas del poema, el léxico y la forma, y así –como él mismo señaló–, entre Góngora y Éluard, Alberti y Aragon, iban surgiendo insolidarios sus sonetos. Es el comienzo de la afirmación de su voz poética. En sus libros primerizos, reagrupados luego junto a otros inéditos posteriores en Conquista del sosiego (1953), planeaban los alejandrinos rubendarianos y el poderoso claroscuro de la voz de Góngora, más visible este en los romances cultos de Silencio del caracol (1943). Ya están presentes, caracterizando su escritura, la preocupación por la densidad conceptual, el gusto por los juegos verbales, el atrevimiento insólito de los vocablos y el empleo del humor que traspasa en ocasiones sus fronteras para volverse ácida ironía.

A la tradición poética, Casanova de Ayala incorpora, pues, su propio acento, vuelto decididamente hacia la vanguardia en poemarios como La vieja casa (1953), o en el largo poema epístola de Garry Davis, de 1954, incluido en Conquista del sosiego que, por estructura, léxico y tono de discurso, adelanta valores y símbolos de la modernidad recurrentes en la poesía española de los 60 y aun de los 70. A todo ello ha de sumarse una escritura marcada por la realidad existencial y solidaria con sus semejantes: de contenido político en Oración (1963), de preocupación social en Elegía aullada (1964), de explícita funcionalidad cívica en Cancionero de mitin (1977) y a la manera de un grito de rebeldía explosiva en Estampido del gato acorralado (1979). El lenguaje cotidiano y los giros coloquiales acentúan el carácter épico de estas obras en las que el poeta plasma su actitud comprometida para con su tiempo y la historia. Sin embargo, su voluntad de compromiso, su preocupación por la suerte prosaica e inmediata del ser humano no hicieron que Casanova de Ayala relegara esas otras manifestaciones de su poesía signadas por el sentido lírico, la imagen deslumbradora o la ambigüedad de rica sugerencia, presentes en obras como Crucero de verano (1971), entre otras. Y lo que es más peculiar aún: superponiendo y fecundando esas manifestaciones con otros registros, obteniendo así diferentes calidades de tono en los poemas de un mismo volumen. Esa impregnación múltiple de voces y climas en su dicción poética es algo característico a lo largo de toda su producción literaria[4]En Félix Casanova de Ayala: la visión del postismo y en La Gaceta cultural y de las artes, antes citadas, se ofrece una completa bibliografía del autor..
Dejando al margen la singular experiencia creadora realizada en colaboración con su hijo, que merecería un demorado análisis, es en El visitante (1975) donde se produce una radicalización esencial de la poesía de Félix Casanova de Ayala y se consuma un proceso de afirmación de su discurso lírico. En las obras anteriores nos encontramos ante un poeta con absoluto dominio, tanto formal como conceptual, de la tradición, de los estilos. Es un poeta maduro, espléndido sonetista, sólido poeta social, postista sorprendente y atrevido, pero como señaló Manuel V. Perera (1985: 94) solo a partir de El visitante consolida la praxis de un arte poética que se acerca al secreto de la verdad y de la iluminación del misterio de la palabra. Esclarecer y delimitar las claves de este último misterio, y el camino recorrido por Félix Casanova de Ayala hasta acceder a él, sigue siendo una tarea pendiente, más necesaria ahora que la muerte ha puesto fin a una aventura literaria crecida en la soledad y la independencia.
NOTA DEL AUTOR: Hace ya tres décadas que la revista Zurgai tendió puentes entre el País Vasco y Canarias. 50 años de nuestra poesía isleña fueron brújula y bitácora de aquella travesía de la palabra y sus ensoñaciones. Allí, entonces, publiqué el texto sobre Félix Casanova de Ayala que ahora, a petición de la ACL, se reedita con algunas modificaciones.
NOTAS[+]
↑1 | Sobre el postismo véase Jaume Pont, El postismo. Ed. Del mall, Barcelona, 1987. Para las relaciones del poeta canario con el movimiento véase Delgado, J. J. et al, op. cit., así como la auto presentación que el propio poeta hace de su poesía, Félix Casanova de Ayala, Poesía, Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, Islas Canarias, 1988. También puede verse el monográfico que le dedicó la Gaceta cultural y de las artes, número 15, Tenerife, 8 de abril de 1990. |
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↑2 | Como novelista es autor de El collar de caracoles, aparecida por primera vez en 1968, dentro de los folletines encuadernados del periódico La Tarde, Santa Cruz de Tenerife. En 1981 se reeditó por el Centro de la Cultura Popular Canaria, llegando a alcanzar en pocos años hasta una cuarta edición. Sus libros de ensayo y pensamiento son: Resumen de una experiencia poética, Aula de Cultura de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1976; y La destiladera, Centro de la Cultura Popular Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 1984. |
↑3 | Fruto de esa colaboración fueron los poemarios Cuello de botella, Nuestro Arte, Santa Cruz de Tenerife, 1976; y Los botones de la piel, HA/ editor, colección Añil de poesía, Santa Cruz de Tenerife, 1986. |
↑4 | En Félix Casanova de Ayala: la visión del postismo y en La Gaceta cultural y de las artes, antes citadas, se ofrece una completa bibliografía del autor. |