Un poema de Félix Casanova de Ayala en Papeles de Son Armandans

Oswaldo Guerra Sánchez

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

El protagonismo de Félix Casanova de Ayala en la modulación de una incipiente neovanguardia durante la primera etapa del franquismo es indiscutible, por más que, como suele ocurrir en las «aventuras» literarias de todo tipo, existan desencuentros y disidencias más o menos notables entre los participantes de los colectivos que van a contracorriente.

No vamos a insistir en las ocasiones en que el propio Casanova de Ayala restó importancia a su adscripción al postismo, movimiento sui generis inspirado principalmente por Eduardo Chicharro Chebé, Carlos Edmundo de Ory y Silvano Sernesi, pero que sumó simpatías en distintos tiempos de, entre otros, Ángel Crespo, Gabino Alejandro Carriedo, Antonio Fernández Molina, Carlos de la Rica, Francisco Nieva, Gloria Fuertes, Antonio Beneyto, José Fernández Arroyo, Fernando Arrabal, Federico Muelas, Jesús Juan Garcés y el propio Félix Casanova de Ayala.

Lo que sí está claro es que la evolución posterior de los autores que de un modo u otro estuvieron vinculados a las premisas de este grupo, en sus distintos momentos, no se puede aislar del momento histórico en que se forjaron sus respectivos compromisos programáticos iniciales, las iniciativas culturales y editoriales en las que participaron, los manifiestos literarios comunes y demás singladuras.

Para el caso de Casanova de Ayala, la prueba del reconocimiento de ese momento de su prehistoria literaria es que, apenas unos años más tarde de la disgregación de las distintas corrientes del postismo, el escritor gomero vuelve sobre el tema. En primer lugar, en 1959, en la introducción de su libro antológico Conquista del sosiego (¿borrón y cuenta nueva?) con un texto titulado «Resumen de una experiencia poética»; y, ya en 1964, en la revista Papeles de Son Armadans («Anecdotario y teoría del postismo»). Años más tarde, en vida del autor, se le dedicará un monográfico sobre su obra, con especial atención al postismo (VV.AA., 1985).

La mirada poética de Casanova de Ayala desde Papeles de Son Armadans

Papeles de Son Armadans fue una revista ecléctica y abarcadora dirigida por Camilo José Cela entre abril de 1956 y marzo de 1979. Durante su larga trayectoria se convierte en el escaparate de una buena parte del pensamiento y la creación que, con sus distintas y, en numerosas ocasiones, veladas tendencias, pudo florecer en ese periodo aciago para la vida española. En el momento de la creación de la revista, el movimiento postista ya estaba prácticamente desdibujado y cada uno de sus correligionarios había trazado rumbos personales por distintos derroteros. Sin embargo, algunos de aquellos simpatizantes (en rigor, la segunda generación revitalizadora del postismo), publicaron en aquella revista, especialmente Antonio Fernández Molina, secretario de redacción de esta longeva iniciativa y mano derecha de Cela, quien además había referenciado en la revista Trilce (Guadalajara, enero de 1953) la obra del poeta canario; y Ángel Crespo, con quien el propio Casanova de Ayala mantuvo una gran amistad. Prueba de ello es que, en las revistas postistas llevadas por Crespo, tanto en Deucalión como en Pájaro de paja (al alimón con Federico Muelas y Gabino-Alejandro Carriedo) aparecerían textos de Casanova de Ayala, y que en el sello editorial de esta última apareciera en 1952 su primer libro, El paisaje contiguo. Pocos años después, el propio Crespo escribiría una reseña de Conquista del sosiego, de Casanova de Ayala (Crespo, 1959). Y en este contexto de revistas y pies editoriales afines al postismo hay que señalar también la imprenta Doña Endrina (editada en Guadalajara de la mano del propio Fernández Molina y con ilustraciones de María Luisa Madrilley, tiempo después esposa de Crespo), que llegó a publicar La vieja casa, segundo libro de Casanova de Ayala, en 1953.

Al comenzar la década de 1950, Crespo ya formaba parte activa los procesos de revitalización de la poesía española del momento, al abogar explícitamente por una renovación poética radical en los albores de la fundación de la revista mallorquina. Una década más tarde, terminado el movimiento postista y dispersados sus seguidores, Papeles de Son Armadans sirvió para divulgar algunos artículos relevadores sobre las neovanguardias, ahora con perspectiva histórica y con afán testimonial, en especial los de Carlos de la Rica (1965), a través de su trilogía titulada Vanguardia en los años cincuenta. En la primera parte, publicada en abril de 1965, señala la nómina de una segunda generación poética todavía vinculada a la herencia postista:

El grupo más joven está formado por Ángel Crespo, Carriedo, Antonio Fernández Molina, Casanova de Ayala, Manuel Pacheco y yo. Luego añadiremos a Leyva, Fernández, Arroyo, Fuga, Ángeles Fernández, Prudencio Rodríguez, Iglesias, Fernando Calatayud, Gloria Fuertes y Chavarría Crespo. No se admitirá a otros, aunque vengan las rencillas. Dirá uno de estos rechazados: «… la cotidianidad, la ruralía, el hastío y el aburrimiento son musas que encandilan a estos poetas». (Rica, 1965)

Pero poco antes de la trilogía crítica de Carlos de la Rica, Casanova publicaba, como adelantamos, aquel clásico artículo con el que no solo se inaugura su participación en la revista, sino que al mismo tiempo significaba una clara superación (¿expiación, tal vez?) de momentos pasados, para situarse en otras coordenadas poéticas. El trabajo se tituló «Anecdotario y teoría del postismo», y resume, ya desde la perspectiva radicalmente distinta de la década de 1960, el significado de aquella etapa y su relación personal con los fundadores.

Al Postismo le cupo el honor –aún no justipreciado– de haber lanzado el «kikirikí» de alerta y rebeldía contra aquel ablandamiento narcisista de nuestra poesía postbélica. Su impacto, en los momentos iniciales, fue terrible y ancestral y poco faltó para que toda la edulcorada rima neoclasicista pasara por su estrecho aro funambulesco. Yo fui testigo de ello y copartícipe también, en el Madrid literario recién despertado de la guerra civil. Todos esperábamos un cambio de clima, una inminencia: pero éstos llegaron del Norte. ¡El Postismo había periclitado, sin acabarse de perfilar! (Rica, 1965)

A partir de esa primera colaboración, Casanova incrementa su presencia en la revista.

En total, entre 1964 y 1971 publica los siguientes trabajos, todos ellos de carácter lírico excepto el primero:

  1. «Anecdotario y teoría del postismo», n.º CIV, tomo XXXIV, noviembre de 1964, pp. XIX-XXX.
  2. «El enemigo», n.º CXXII, tomo XLI, mayo de 1966, p. 184.
  3. «El impacto de esta trompeta», n.º CXXIX, tomo XLIII, diciembre de 1966, p. 379.
  4. «Elegía al poeta Julio Tovar», n.º CXLI, tomo XLVII, diciembre de 1967, p. 263.
  5. «Poemas», n.º CLXXXVII, tomo LXIII, octubre de 1971, p. 59.

Sin duda alguna, Papeles de Son Armadans fue un escaparate idóneo para su obra de la década de 1960, especialmente la que había emergido con posterioridad al ciclo ya cerrado de Conquista del sosiego, publicación en la que reordena toda su obra anterior, desde antes del postismo hasta el año del pie de imprenta, y que incorpora en las páginas preliminares numerosas referencias personales y críticas a su evolución poética hasta ese momento.

Fig. 1: Félix Casanova de Ayala, Conquista del sosiego. Poesía, Santa Cruz de Tenerife, Goya Ediciones, 1959

«El enemigo», poema post-postista de Casanova

El poema titulado «El enemigo» apareció como separata de Papeles de Son Armandans, con tirada aparte de cincuenta ejemplares numerados, en formato de 140 x 195 mm, en cuaderno de 8 páginas (a partir de la 4 todas son blancas) incluyendo cubierta y contracubierta, con el pliego cosido al lomo en hilo vegetal de doble pespunte. La cubierta es a dos tintas y reproduce el dibujo de la revista. El poema aparece en la página 3.        

El propio Casanova de Ayala, en «Anecdotario y teoría del postismo», dibujó con unas pocas pinceladas una esclarecedora trayectoria del panorama de la poesía española a partir de 1945, que aquí nos sirve para entender por qué el poema «El enemigo», que ahora exhumamos, se aparta notablemente de los comienzos lúdicos de su poesía inicial.

Por aquel entonces (1945-47) sonaban ya las voces crespas del Norte –Celaya, Otero, Crémer, Nora– y una poesía desgarrada y vital, tremendamente humana, hecha de carbonilla y sudor, sin retruécanos ni carillones ni calcetines en los bolsillos, daba el golpe de gracia al «garcilasismo» oficioso de Madrid, contra el que el Postismo se había alzado. Los «postistas» –ésa es la verdad– eran otros artífices redomados y les llegó su hora casi al tiempo que a los inefables contertulios del Café Gijón. ¡La avalancha no respetó a nadie! (Casanova de Ayala, 1964)

Es decir, no solo el realismo poético pudo contra las corrientes oficialistas o garcilasistas del momento, sino que también arrasó a quienes se habían alineado frente a ellas con las armas que proveyó la herencia lúdica de las vanguardias de la preguerra. Una de las escasas resistencias a esa ola de realismo poético, heredera de aquel postismo, fue la llamada por algunos Generación del 51, capitaneada, entre otros, por Ángel Crespo, grupo surgido al calor de aquellos primeros postistas a quienes se «reenganchó» de alguna manera el propio Casanova de Ayala más tarde, pues, como vimos, varios de los simpatizantes del postismo figuraron allí.

El poema de Casanova de Ayala sorprende, a simple vista, por dos motivos. Uno, por su contenido, pues aborda un tema que, aunque no es extraño al momento poético que tan tendenciosamente había radiografiado Leopoldo de Luis, es decir, el de la rehumanización de la poesía, a veces con tintes existencialistas y religiosos, sí se apartaba del carácter lúdico del Casanova de Ayala postista. El otro, por la forma, pues el conjunto aparece encorsetado en la medida poética más clásica de la poesía española, el soneto. Un tipo de estrofa que, por otro lado, no era ajena a una buena parte de la poesía española del momento, y tampoco al quehacer de Casanova de Ayala.

Lo que sí es cierto es que el escritor gomero muestra en «El enemigo» sus altísimas dotes de poeta, pues nos presenta un texto de bellísima factura provisto de una valiente postura ética que refleja, en alguna medida, la situación contradictoria del autor en torno a la guerra civil española. No olvidemos que su pertenencia al ejército republicano, el paso posterior por las cárceles franquistas, y su «rehabilitación» subsiguiente en el servicio médico de las fuerzas castrenses de la dictadura, generaron en él una lúcida y equilibrada perspectiva en torno al fratricidio.

«El enemigo» visibiliza la tragedia del soldado que, por imperativos ajenos a su voluntad, ha de enfrentarse con otra persona que, a la postre, no deja de ser un hermano. El lenguaje del poema, bordado con terminología relacionada con la guerra (luchar, victoria, herir, ferocidad, tregua, gloria, condecorar, sangre…), lejos de mostrarse como un panegírico triunfal ante un vil enemigo, revela el inconmensurable drama del ser humano que, en el fragor de la batalla, ciega la vida de otro ser humano que finalmente es sangre de su sangre. Es de destacar el trasfondo simbólico del poema que, en última instancia, parece recrear el arquetipo crístico, en referencia al coágulo de sangre en torno a la herida provocada por la lanza que se hiende en el costado del muerto.

Fig. 2: Cubierta de la separata
Fig. 3: Página 2, donde constan los créditos
Fig. 4: Página 3. El poema

Bibliografía

CASANOVA DE AYALA, Félix (1964): «Anecdotario y teoría del postismo», Papeles de Son Armadans.  Madrid - Palma de Mallorca, nº. CIV (noviembre).

CRESPO, Ángel (1959): «Conquista del sosiego». Lisboa: Diario Ilustrado, 8 de agosto.

RICA, Carlos de la (1965): «Vanguardia en los años cincuenta», CIX, p. III; «Vanguardia en los años cincuenta (continuación)», CX, p. XXXV; y «Vanguardia en los años cincuenta (conclusión)», CXII, p. III. Palma de Mallorca: Papeles de Son Armadans.

VV.AA. (1985): Félix Casanova de Ayala: la visión del postismo. Santa Cruz de Tenerife: LC/Materiales de cultura canaria, 1985.