Un artículo de José Pérez Vidal sobre la andadura de los estudios del habla insular

El artículo «Los estudios lingüísticos y La Palma», del investigador José Pérez Vidal, significa mucho para los estudios de las hablas canarias

Carmen Díaz Alayón

Universidad de La Laguna

La influencia portuguesa no fue limitada y selecta como la flamenca, la inglesa, la genovesa, ejercida por minorías adineradas […]. El influjo portugués fue […] muy amplio e intenso. Se extendió por todas las islas y se infiltró en todos los niveles y sectores de la naciente sociedad canaria.
J. P.V.

Creo que es conocida la admiración que siento por la obra y la figura de José Pérez Vidal, por su humildad, su elegancia y su saber hacer, por su ejemplo ilusionado y desinteresado de vida dedicada a la investigación[1]Díaz Alayón 1993, 2005, 2010; Díaz Alayón y Castillo 2011.. Por eso no debe de extrañar nada que mi querido don José y sus lúcidos escritos habiten estas páginas en las que me acerco a una pieza suya, de cuerpo breve y fecha temprana, que ahora cumple setenta y cinco años. Se trata del artículo periodístico «Los estudios lingüísticos y La Palma», que se publica en el Diario de Avisos de Santa Cruz de La Palma, en el número del 2 de agosto de 1946, y lo quiero considerar aquí no solo porque su significación para los estudios de las hablas canarias avala sobradamente editarlo de nuevo, sino también porque ello me permite la satisfacción de rememorar la altura intelectual de nuestro investigador, su valioso legado científico y, sobre todo, su entrega sin condiciones a los estudios insulares. A todo ello se une, además, el hecho relevante de que estamos en fechas que debemos celebrar, porque se cumplen ahora ciento setenta y cinco años de la redacción de la Colección de voces y frases provinciales de Canarias por parte de Sebastián de Lugo, y setenta y cinco años de la espléndida edición que José Pérez Vidal lleva a cabo de ella.

Como se puede ver, razones no faltan para recordar a nuestro investigador y a su obra, pero centrémonos, para empezar, en el verano de 1946, que es el momento en el que aparece el artículo que nos ocupa. Su autor cuenta entonces treinta y ocho años y desde 1942 es profesor en el Instituto de Segunda Enseñanza de la capital palmera[2]Ferraz Lorenzo, 2015.. Son años de intenso trabajo de investigación en los campos que siempre van a llamar su atención, primordialmente en los que se refieren a los estudios lingüísticos y etnográficos. Una prueba de esta dedicación la tenemos en el hecho de que sus publicaciones se abren en 1932 y, catorce años después, que es la fecha que aquí nos interesa, ya se acercan al medio centenar[3]Pérez Vidal 1944a, 1944b, 1944c, 1945a, 1945b; Díaz Alayón, 2005.. Sus colaboraciones en El Museo Canario se inician muy pronto y luego se amplían a la Revista de Historia. Son años también que dedica a la recopilación del romancero palmero, iniciada una vez acabada la Guerra Civil, y que lo lleva a realizar encuestas en diversas localidades: El Frontón (Tijarafe), Los Canarios, el Hoyo de Mazo, Las Ledas, la Montaña de la Breña, San Pedro, La Galga y otros puntos, un trabajo de campo que le dota de un amplio conocimiento no solo del acervo cultural sino también de las particularidades del habla, y que se viene a unir al que le proporciona el manejo cercano y preciso de las fuentes bibliográficas que hacen al caso.

Casa natal de José Pérez Vidal, fachada este, Santa Cruz de La Palma

Todo este conocimiento y preparación, al igual que unas nítidas posiciones de lingüista comprometido con los estudios modernos, se pueden advertir sin dificultad en el artículo periodístico a que me refiero, con el que Pérez Vidal se propone llamar la atención sobre la relevancia de las investigaciones del español de Canarias, destacar el papel que La Palma posee en ellas y reclamar toda la colaboración para la encuesta dialectal que el profesor Juan Régulo Pérez está llevando a cabo en la isla en aquellos momentos.

Para contextualizar la cuestión de forma conveniente, el artículo se abre con una mirada a las aportaciones sobre nuestras hablas que se realizan o publican con anterioridad a los años cuarenta, una mirada en la que nuestro investigador muestra sus amplias lecturas y la documentada posición que tiene al respecto. Arrancando de la Colección de voces de Sebastián de Lugo, pasa revista a los vocabularios posteriores: la lista de formas canarias recopiladas por Galdós, el catálogo de Elías Zerolo, los materiales de Manuel Pícar, y la aportación de publicaciones como la Serie de barbarismos y solecismos de Juan Reyes Martín, el Léxico de los hermanos Millares y el Vocabulario etimológico de Valenzuela, todas ellas aportaciones características de lo que Pérez Vidal denomina «la etapa inicial, superficial y romántica de recogida de materiales por notables aficionados»[4]Como se puede ver, nuestro autor no hace referencia a las aportaciones lingüísticas de José Agustín Álvarez Rixo, en aquellos momentos inéditas en su mayoría y escasamente conocidas. Véase Díaz Alayón 1990a, 1990b.. Este es el punto al que quiere llegar, esto es, la constatación de que ya estamos en un tiempo nuevo para los estudios lingüísticos insulares, que ahora entran en una etapa científica, porque el rastreo y el estudio de la lengua los comienzan a hacer verdaderos filólogos, que tienen, como recoge nuestro articulista, la misión de aplicar «las modernas técnicas lingüísticas al estudio de la interesantísima habla viva de Canarias: aprovechar y ordenar el material ya recogido, completarlo rápidamente antes de que las comunicaciones cada día más frecuentes con el exterior borren muchas reliquias dialectales; registrar fenómenos, influencias, características propias, etc.».

Como se puede ver, aquí se aporta todo un programa de actuación acorde con esta nueva etapa que se abre para los estudios de las hablas insulares, y para ello se cuenta, además, con el marco institucional adecuado, esto es, el Seminario de Filología Románica de la Universidad de La Laguna, puesto en marcha en aquellas fechas por Elías Serra Ràfols. Pérez Vidal está convencido de que es el órgano académico conveniente tanto para aglutinar las iniciativas individuales como para diseñar y promover las líneas maestras de las nuevas investigaciones, al igual que deja constancia del rigor y de la amplitud de posiciones que caracterizan a este Seminario y que se reflejan de manera suficiente en la primera de sus actividades. Nuestro autor se refiere al proyecto de encuesta lingüística diseñado para La Palma por Juan Régulo Pérez y que se quiere llevar a efecto aplicando el Cuestionario sobre palabras y cosas de la isla de La Palma que ha elaborado teniendo en cuenta la estructura de los cuestionarios lingüísticos. Sabemos en este sentido que, a comienzos de julio de 1946, el profesor Régulo Pérez hace llegar el Cuestionario a todos los alcaldes, maestros nacionales, sacerdotes y personas idóneas de La Palma, acompañado de una carta circular en la que se daban las oportunas instrucciones para proceder a su cumplimentación. Régulo permanece en la isla los meses de julio, agosto y septiembre, que dedica a orientar directamente a los numerosos colaboradores que se prestaron para cumplimentar el Cuestionario y a completar el trabajo de campo[5]Régulo Pérez 1946a, 1946b.. Los resultados de este trabajo de campo —al menos en lo que se refiere al nivel lingüístico— los conoceremos mucho más tarde, pero Régulo Pérez proporciona referencias de indudable interés tanto en las notas y reseñas que publica en aquellas fechas como en los apuntes y detalles que pone a disposición de otros investigadores. Entre los materiales textuales que Régulo obtiene en esta campaña figuran dos recopilaciones de singular valor. Una de ellas es el Vocabulario palmero de Antonino Pestana Rodríguez, y la otra es la lista de voces insulares recogidas por José Manuel Hernández de las Casas.

La prensa local se hace eco de la encuesta en artículos que animan a la colaboración y que destacan el valor de las enseñanzas que se van a derivar de una investigación de tales características. Pérez Vidal también lo hace, consciente de que estamos ante el primer gran rastreo lingüístico de la isla y de que es una iniciativa que en los estudios lingüísticos insulares no se había llevado a cabo; por eso pide, a través de su artículo en el Diario de Avisos, la colaboración de los palmeros «para recoger, entre todos, rápidamente, el abundante y heterogéneo léxico popular de la isla, antes de que el incremento de las comunicaciones lo extinga y sustituya por unas formas lingüísticas más cultas y uniformes y menos interesantes».

Con la humildad de siempre, nuestro autor no aprovecha este artículo para hablar de su ya notable contribución a los estudios insulares ni de la publicación, el mismo año que Régulo Pérez cumplimenta su encuesta lingüístico-etnográfica, de su edición revisada y anotada de la Colección de voces y frases provinciales de Canarias de Sebastián de Lugo, una publicación que, patrocinada por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Laguna, tiene apreciables aristas palmeras. La redacción de la edición tiene lugar en Santa Cruz de La Palma y es en esta ciudad donde se imprime el cuerpo de la obra, en los talleres del Diario de Avisos en la calle Méndez Cabezola. También son palmeras las ilustraciones que acompañan la publicación y que se deben a Agustín Benítez y a José Pérez Cabrera, tío del autor. Todas las páginas nos muestran la preparación del editor y su entrega a la labor que tiene en las manos. El estudio que abre la edición constituye un espléndido acercamiento a Sebastián de Lugo, a los rasgos y significación de la Colección y a los distintos aportes del léxico insular. El cuerpo central del trabajo confirma lo que ya anuncia la sección introductoria, con numerosas y documentadas observaciones y notas que Pérez Vidal incluye sobre el vocabulario canario.

José Pérez Vidal (1907-1990)

Dos años después de la publicación de la magnífica edición de Lugo, en 1948, nuestro investigador deja La Palma, sin duda desencantado con las pobres miras con las que la dictadura y sus lamentables edecanes territoriales muestran para la enseñanza, la cultura y la sociedad en general[6]Ferraz Lorenzo, 2015: 93-96.. A ello se une, con toda seguridad, la convicción de que la isla no dispone de las referencias bibliográficas pertinentes ni se cuenta con el estímulo que supone la existencia de los equipos de investigación necesarios, con lo que ofrece unos horizontes muy cortos para cualquier mente inquieta. Estas limitaciones las tiene que haber percibido especialmente durante la elaboración de su edición de la Colección de Lugo. De hecho, en la introducción a esta obra, al hablar de sus anotaciones a cada entrada, se refiere a la falta de especialización y a la escasez de material bibliográfico, obstáculos que él vincula «al apartamiento isleño», y también se hace eco de cómo la generosidad de sus amigos y colaboradores ha suavizado estas carencias. Como ya sabemos, en Madrid se incorpora al Centro de Estudios de Etnología Popular y comienzan a aparecer sus espléndidas contribuciones en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares y en otros medios. 

Tengo la esperanza de que algún día se retome la edición de la Colección, al igual que creo que estamos tardando demasiado para editar de nuevo Los portugueses en Canarias. Portuguesismos, que ve la luz hace treinta años y que es una aportación esencial a los estudios lingüísticos canarios. Ojalá que en este caso la labor recale en unas manos más cuidadosas y profesionales que las que se encargaron de la primera edición de 1991 y que fueron incapaces de liberarla de los centenares de erratas que presenta. Por ahora, lo mejor es que nos contentemos con darle todo el protagonismo a las palabras y las posiciones de don José Pérez Vidal.

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Los estudios lingüísticos y La Palma

José Pérez Vidal

La isla de La Palma, que ha conocido, y conoce, tanto atraso y abandono en tantísimos aspectos de su vida, puede, sin embargo, disfrutar en unos pocos, del dulce y estimulante consuelo de la prioridad. Una de estas raras y alentadoras facetas afortunadas de la actividad insular es, como vamos a ver, la correspondiente al campo de los estudios lingüísticos.

Hace exactamente un siglo, en 1846, un palmero, don Sebastián de Lugo-Viña y Massieu, diplomático con una revuelta vida de servicios repartida entre Europa y América, acometió como pasatiempo y consuelo de senectud, la composición del primer vocabulario de provincialismos isleños: la Colección de voces y frases provinciales de Canarias. Sus cédulas, que el autor no llegó a ver impresas, fueron copiadas por don Bartolomé García Gallardo y, más tarde, entregadas en esta copia, por el conde de la Viñaza a la Real Academia Española, que las intercaló entre los tres millones de papeletas de sus ficheros, las publicó en su Boletín, y eligió algunas para introducirlas, textualmente, como dialectalismos canarios, en la última edición de su Diccionario. De fecha posterior a la Colección son los restantes vocabularios isleños conocidos: la escueta lista de voces canarias recogidas en su juventud por don Benito Pérez Galdós; las Voces y frases de Zerolo (1897); las que con anárquico desorden recoge Pícar al final de su disparatado pero interesante Ageneré (1903); el Léxico de los hermanos Millares (1924); el Vocabulario etimológico de Valenzuela (1933); la Serie de barbarismos de Reyes Martín, sin año de publicación, pero, sin duda alguna, obra del presente siglo…

En conjunto, estas obras representan la etapa inicial, superficial y romántica, de recogida de materiales por notables aficionados. Don Elías Zerolo fue el único que, dentro, claro está, de los límites de la lingüística de su época, pudo haber hecho un estudio mucho más serio del habla canaria. Si no pasó del ensayo, brevísimo pero bien orientado, de sus Voces y frases, fue porque este surgió, no como obra independiente y acabada, sino como simple extracto de apuntes incompletos y faltos aún de largo trabajo de comprobación y estudio, intercalado en el extenso comentario que, con el título de La Lengua, la Academia y los académicos dedicó al libro Voces nuevas en la lengua castellana de Baldomero Rivodó.

La etapa científica de estos estudios no comienza hasta la época actual. La inicia el conocido y docto profesor don Juan Álvarez Delgado, con una obra dedicada precisamente a La Palma: Miscelánea guanche: Benahoare. Aunque se le hayan señalado algunos insignificantes descuidos en detalles, pequeños lunares que son inevitables en tema tan difícil, es indudable que el criterio que preside la obra es rigurosamente científico y que en todas sus páginas se advierte la mano del especialista. La Palma, sobre la deuda de haber sido el Sr. Álvarez Delgado el organizador, en su calidad de primer director, de la vida administrativa y docente del Instituto de Enseñanza Media, le es deudora de haber iniciado con el estudio de los restos de la lengua de los auaritas la brillante serie de sus publicaciones lingüísticas.

Pero estos trabajos del Sr. Álvarez se han venido dedicando casi exclusivamente a la interpretación de las voces conservadas de las lenguas indígenas. Y era preciso aplicar también las modernas técnicas lingüísticas al estudio de la interesantísima habla viva de Canarias: aprovechar y ordenar el material ya recogido, completarlo rápidamente antes de que las comunicaciones cada día más frecuentes con el exterior borren muchas reliquias dialectales; registrar fenómenos, influencias, características propias, etc. etc. Una inmensa labor que ninguna persona individual podía realizar cumplidamente. Por fortuna, la admirable laboriosidad y el cariño por las cosas canarias del ilustre Decano de la Facultad de Letras de La Laguna, Dr. Serra Ràfols, han sabido atender a la satisfacción de esta necesidad creando, como dependencia del alto centro cultural que preside, el órgano adecuado: el Seminario de Filología Románica. En él se van a centralizar los estudios, cada día más necesarios, del habla canaria, y, con la múltiple colaboración, podrá realizarse en breve tiempo una labor eficacísima, que investigadores independientes y desconectados no realizarían nunca o tardarían mucho en efectuar. Creado recientemente, como se sabe, ha demostrado ya, en la primera prueba de sus actividades, la seriedad y la amplitud de miras que lo preside y anima: el Cuestionario sobre palabras y cosas de la Isla de La Palma, del laborioso y culto palmero don Juan Régulo Pérez, es la obra inicial de esta nueva etapa que ahora van a conocer los estudios lingüísticos de la región. Y, como se ve, también ahora la fortuna ha elegido a La Palma para ocupar el primer puesto en el nuevo camino. Es ya, pues, una cuestión de honor para los palmeros corresponder con el mayor entusiasmo a la colaboración que a todos, especialmente a párrocos y maestros, se solicita en el Cuestionario.

La ayuda es para recoger entre todos, rápidamente, el abundante y heterogéneo léxico popular de la Isla, antes de que el incremento de las comunicaciones lo extinga y sustituya por unas formas lingüísticas más cultas y uniformes y menos interesantes. Para esta ingente labor, que sin la múltiple colaboración habría de resultar mediocre e incompleta, es de esperar que los palmeros no regateen sus entusiasmos y su esfuerzo. No debe olvidarse que el fallecido indoeuropeísta francés A. Meillet decía que “cuando, en un país europeo, un habla local pierde sus características propias antes de que se la haya anotado exactamente, esa página de la historia de nuestras lenguas europeas se pierde sin remedio”.

NOTAS

NOTAS
1 Díaz Alayón 1993, 2005, 2010; Díaz Alayón y Castillo 2011.
2 Ferraz Lorenzo, 2015.
3 Pérez Vidal 1944a, 1944b, 1944c, 1945a, 1945b; Díaz Alayón, 2005.
4 Como se puede ver, nuestro autor no hace referencia a las aportaciones lingüísticas de José Agustín Álvarez Rixo, en aquellos momentos inéditas en su mayoría y escasamente conocidas. Véase Díaz Alayón 1990a, 1990b.
5 Régulo Pérez 1946a, 1946b.
6 Ferraz Lorenzo, 2015: 93-96.

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