Alonso Quesada, entre dos mujeres

Alonso Quesada tuvo la suerte de contar con dos mujeres excepcionales en la década última de su vida

Yolanda Arencibia

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

Tal vez siempre estuvo rodeado de mujeres de excepción aquel Rafael Romero/ Alonso Quesada, que envolvió en particular ternura a “las de su casa” en uno de sus mejores poemas:

¡Bendita la pobreza de mi casa!
Hoy la comida ha sido más humilde…
Mi madre ha sonreído tristemente,
pero había una paz en su mirada…
(…)
Las seis mujeres de mi casa, dicen
que esta resignación me dará el cielo:
verdad será, porque lo dicen todas,
y ellas en esas cosas saben mucho…

Y es que, efectivamente, Alonso no tuvo una vida fácil: «yo gano el pan de una infeliz manera/ porque yo no nací para estas cosas»[1]Uno de sus mejores poemas, dije. Y así me lo parece. En él, La oración de todos los días, puede verse una biografía sintética del poeta; incluso en los pocos versos que cito ahora.  El poema se recoge en la “selección de textos” de … Seguir leyendo

Aparte de estas, Alonso Quesada tuvo la suerte de contar con, al menos, dos mujeres más que excepcionales en la década última de su vida; una vida muy corta, como sabemos. 

La mayor de ellas fue una gran amiga, Carmen de Burgos, Colombine (1867-1932), aquel corazón inquieto que nació para vivir con la literatura y para no dejarse encorsetar. Se conserva un legajo interesante de cartas de Carmen a Alonso. Se habían conocido mucho antes de la fecha de la primera de ellas (1915)[2]Esa correspondencia se encuentra, digitalizada, en el Archivo grancanario de la Biblioteca Insular de Las Palmas.  por noticias de los estudiantes canarios que frecuentaban las tertulias que organizaba Carmen en Madrid[3]Recordemos que Carmen era ya periodista y conferenciante acreditada cuando dirigió el proyecto de Revista Crítica, en 1908. Y también que fue espléndida impulsora de talentos jóvenes a quienes ofrecía su “Salón” tertuliano en Madrid, San … Seguir leyendo. Personalmente, se conocieron durante la escala grancanaria del barco en que Carmen de Burgos, como conferenciante afamada, regresaba de América, en 1913[4]Véase el trabajo de Concepción Núñez Rey  en  1227-Texto del artículo-1527-1-10-20120801.pdf . Nuñez Rey ha escrito la mejor biografía de la escritora, que mereció el II Premio de Biografía Antonio Domínguez Ortiz 2005, de la … Seguir leyendo; luego, ampliarían su amistad durante la estancia del poeta canario en Madrid (1918). Hubo siempre entre Alonso y Carmen un sincero afecto, una tierna y firme amistad basada en la sintonía espiritual y en la admiración mutuas; tal vez también en complicidades entrañables, porque Alonso tuvo papel destacado en los amores primeros de María Álvarez, la hija amadísima de Carmen que acompañaba a su madre en el viaje de 1913[5]En trabajo anterior referí con más amplitud aspectos concretos a que vuelvo ahora. Puede verse, “Texto. Contexto. Pre-texto”, Revista de Filología, Universidad de La Laguna, nº 6 y 7, 1987-88, 93-102.. La primera carta conservada de Carmen a Alonso contiene la felicitación de la escritora al poeta por la edición de El lino de los sueños (1915) que Agustín Millares Carlo había presentado en el Ateneo de Madrid.

Fig. 1: Rita Suárez, fotografiada por Enrique Ponce, ca. 1921

La otra mujer excepcional de este trabajo fue Rita Suárez Morales (1902-1989), la “perla negra” que Alonso tuvo la suerte de encontrar para que llenara de amor sus años últimos y le diera una hija. Seguramente, Alonso y Rita no se habían conocido antes de que ella, en una velada de la Sociedad 1º de Mayo del Puerto de la Luz, fuera designada para representar el papel protagonista de la pieza teatral de Alonso, Llanura (Poema, de mar y soledad), que se estrenó (con decorados de Néstor y arreglos musicales de Víctor Doreste) en el Teatro Circo del Puerto el 25 de octubre de 1919.  Le venía muy bien a Rita el papel de aquella muchacha ensoñada en la llanura poética de un mar tan envolvente como opresor. Rita era una joven de especial belleza; alta y espigada, de tez muy blanca y enormes ojos azules[6]La foto de Rita Suárez que figura en estas páginas fue realizada por Enrique Ponce, tal vez en el 1921 del estreno de Llanura. Ponce se distinguió por sus fotos de artistas, de ahí que el atuendo de Rita en la foto parece ser propiedad del … Seguir leyendo. También era una muchacha cultivada, inteligente y dotada para las artes, que se había formado en el ambiente intelectual y avanzado de su familia, la del recordado maestro del Puerto don José Suárez León (fue Rita la séptima de sus trece hijos). Demostró temprana afición por el dibujo y también especial presteza, que cultivó junto a su primo el pintor Cirilo Suárez. Alonso y Rita se casaron un año después del estreno de Llanura citado, el 4 de octubre de 1920,  y fueron apadrinados por Saulo Torón, siempre amigo entrañable de la pareja[7]Entre nuestras imágenes figura un dibujo de Rita (presunto autorretrato) que ella dedicó a Saulo Torón, su amigo y mayor protector cuando sobrevino la muerte del poeta. Ella nunca dejó de reconocérselo..

El vínculo del poeta hubo de relacionar a estas dos mujeres excepcionales, Carmen y Rita. Y esa relación perduró más allá del ciclo vital de Alonso Quesada, hallando continuación en el afecto a la joven viuda, Rita Suárez y a su pequeña hija Amalia Teresa.

La relación de Carmen y Rita hubo de nacer indirectamente a través de las cartas de Alonso Quesada. En carta de agosto sin año (¿1920?[8]La mayoría de la correspondencia Carmen de Burgos-Alonso Quesada, aparece sin año de emisión. Los archiveros le han añadido -con muy bien criterio, pienso- el año indicado por C. Núñez en la biografía citada, siempre con la interrogación … Seguir leyendo), podemos leer un texto alusivo de Carmen a su amigo el poeta, con frase final -que enfatizamos- bien elocuente de su pensamiento y su personalidad: 

Me alegro de que haya V. encontrado un alma que lo comprenda, pues eso que es facilísimo no era fácil. Salude V. en mi nombre a mi nueva amiga y que lo ame a V. con amor de esposa tanto como yo lo quiero con cariño de amiga fraternal, y lo admire como merece. La admiración es necesaria para amar a las mujeres que son mujeres, no hembras sólo· . Espero que V. será feliz y en ello tengo una alegría. Deme V. detalles de su vida y de su esposa ¿Cómo se llama?»

No tardaría la escritora en recibir párrafos directos de Rita en las cartas del poeta. Y no tardaría en iniciarse entre ambas mujeres correspondencia directa.  Carmen se siente la “hermana mayor” protectora de la pareja. 

Sus cariñosas letras han llegado hasta mi corazón, siempre ansioso de ternura, y que tiene por Rafael un afecto de hermano, por su bondad, sus antiguos dolores y su talento. Llamo antiguos a sus dolores porque veo que Vd., sabrá curarlos todos. Vea Vd. pues en mí una amiga antigua y buena, que la quiere y deseando conocerla le envía un abrazo fraternal (Carta de 20.12.20)

Rafael no es un hombre disfrazado de poeta, es un poeta de alma, de corazón. Para ser poeta se necesita poner la vida de acuerdo con la obra. Lo contrario lo condenan las Musas cerrando las puertas de la inmortalidad y del jardín de reposo que tenemos en el corazón y en el que no se puede estar sin la conciencia tranquila. Yo tengo algo de materno en mi cariño por Rafael, es V. algo hijita mía. Se lo encomiendo con gusto porque veo que es V. bonita, buena e inteligente. Yo la quiero a V. ya. (Carta s/f)

Habrían de llegar las confidencias entre las nuevas amigas, y aparecer en las cartas uno de los temas más habituales en los matrimonios jóvenes. ¿Y el hijo?  

La esposa es joven y está ilusionada. La amiga es madura intelectualmente, y sabia. Su contestación no tiene desperdicio:

¿Los hijos? ¿Para qué quiere Ud. hijos? ¿No es bastante con Rafael? Yo creo como él que es traer seres, para perpetuar el dolor. En el amor a los hijos hay un gran egoísmo, del que se vale el instinto de la especie para perpetuarse. Se ha favorecido ese instinto cantando la maternidad, que en el fondo no es más que convertirnos en fábricas de hombres para el trabajo y la guerra, o de mujeres para el placer…de los otros. ¿Es demasiado fuerte esto para Ud. joven y enamorada, que sueña y no ha sufrido? Quizás, y hago mal en escribírselo. Pero soy sincera. Deje Ud. que la fatalidad decida -soy fatalista como una mora-. Si viene un hijo lo amaremos mucho y trataremos de hacerlo lo más feliz posible. Si no viene no lo sienta. Emplee en Rafael ese tesoro maternal de su alma, él lo necesita todo, todo lo beberá como la tierra sedienta al manantial. Él será el hijo consciente, el hijo que ama, dos cosas raras en los hijos por buenos que sean. Y el hijo que al maldecir la vida no la haga responsable de ella. (Carta s/f)

El esposo ha de ser realista. Trabaja en la oficina inglesa de sus poemas sarcásticos  y no carece de tiempo para escribir. Pero está enfermo. Nunca fue un hombre fuerte; y ahora se siente verdaderamente enfermo. ¿Un hijo ahora? Recuerda con sonrisa triste que ha sido verdad en su pensamiento y proverbial en sus escritos, ironizar con amargura sobre el futuro imprevisto de los recién nacidos en quienes sus padres se ven representados.  Recuerda una de sus crónicas periodísticas.  «El hijo de Galindo (Galindo es farmacéutico) –escribió como remate a una de las Crónicas de la Ciudad– es una píldora más en la ínsula. Todos los días nacen ¡ay! cuatro o cinco Galindos por lo menos». Ríe ahora con ganas. El texto era largo y hacía burla de “los Galindos” que iban a ser padres. Pero cambia la risa por apenas una mueca. Con ella en el corazón había redactado los versos del apartado III del poema Una historia de ayer, hoy y mañana, cuando se dolía de un desengaño.  

¿Eres tú?… ¿Son tus hijos?… ¿Es tu esposo?… (…)
¡Cómo has ganado! (…)
Yo te hubiera dejado, tal vez, libros
Con una gota de veneno en ellos,
Y además un chiquillo pertubado
Que al empezar la vida sería un muerto.

Claro que eran otros tiempos, y no gozaba entonces de la alegría del amor de  Rita que ahora tiene, y su ilusión de mujer joven y fuerte. Pero él está enfermo, lo sabe: y tampoco puede dejar de ser el pesimista de siempre.  Las palabras de la gran amiga Carmen de Burgos, le parecen de suprema sabiduría. Y escribe:

Los ojos claros
llenos de veinte años azules
preguntan en silencio: ─¿Y el hijo?
¡Ah, el hijo es un muñeco rosado
con la idiotez del bisabuelo!
El hijo es un gorila pálido
enfermizo y genial. Es un socialista
futuro. Un leguleyo atravesado.
Yo he sentido
el aplauso
del hijo en el teatro de la Princesa
y el error de que en un vientre niño
se engendre un ministro del Trabajo.. .
El hijo… Mira, ven al balcón.
En paz está el mar. El horizonte es alto.
Pon el hijo en la estrella.
Porque, ¿ves?, ¿ves a ese gentil caminante
policromado?
Es un hijo.
¿Y aquella sombra embriagada y rota
de la esquina?
Es un hijo.
Y ese barbudo clérigo que canta
es otro hijo.
Y ese boticario
de la ropa
de dril
refregado.. .
Otro hijo….
¿Para qué el hijo?
¿Por qué condenarlo
a esa nacionalidad
del hombre menguado?

Tierra, amorosa nodriza;
que tu mano acaricie y perdone el fracaso.
El hijo…
Hagamos un hijo
ideal que no llore. . .
(De Otros poemas).

Y nació por fin el hijo. Fue en 1923; una niña fuerte y hermosa, que llamaron Amalia Teresa y que fue recibida con gran alegría por todos, los padres, la familia, los amigos…  Carmen “la hermana mayor” del matrimonio lo celebrará en la distancia y no olvidará a la pequeña en las cartas que dirige al poeta: «Por lo pronto tiene V. la mayor gloria de la tierra con esa dulcísima Rita y la hermosa pequeñuela, con un clima delicioso y ganando el pan honradamente. Espero que me escriba Rita y me hable de mi sobrinita. Bese a ambas en mi nombre» (carta de 1 de marzo de 1925).

Los años últimos de Alonso Quesada fueron penosos, pues –mención aparte de la alegría del feliz matrimonio y de la niña- su tuberculosis avanzaba con rapidez. Agaete y el cuidado médico y moral de Tomás Morales hicieron mucho bien al poeta enfermo. Allí pasaba largas temporadas reponiéndose; a veces con Rita y Amalia, la mayoría de las veces sin ellas por cautela sanitaria elemental. Rita nos confesó que le agobiaban las montañas del Valle, tan imponentes y cercadoras, como su propio dolor. La correspondencia del matrimonio durante esas ausencias no podía dejar de ser triste[9]Existe un legajo de las cartas de Alonso a  su esposa durante esas separaciones, de cuyo paradero no tengo constancia..  Tristes sería también las cartas de la esposa angustiada a su amiga Carmen. Esta le contesta, en agosto de 1925: 

Su carta me haría tener remordimiento de mi largo silencio si este hubiera sido voluntario. Desde luego que yo debía suponer que pasaba algo anormal, cuando no me escribían, pero no pensé que fuese tan grave. Por fortuna la mala noticia llega ya en pasado y espero que Rafael siga cada vez mejor con la influencia de su dulce y buena enfermera. 

Y había de llegar la fecha del fallecimiento de Alonso. Fue en el hospital de Santa Brígida el  4 de noviembre de 1925. Carmen acusa vivamente ese dolor.

 Queridísima hermana Rita 

¡Qué dolor! En la deseada correspondencia que se espera de España vino su telegrama. Le escribo en el momento en que mis ojos, [sedados] por las lágrimas, me permiten hacerlo. 

¡No sé qué decirle! Para los dolores sinceros no hay palabras. Me acuerdo de él, me acuerdo de usted, de su hija… ¡Qué triste es la vida! 

Deme detalles de ese triste suceso. ¡Nuestro pobre Rafael, pobre niño bueno, atormentado, que sólo tuvo la alegría del amor de usted en la tierra! 

Fig. 2: Carta manuscrita de Carmen de Burgos a Rita Suárez

La correspondencia entre las dos mujeres excepcionales que rodearon al gran poeta Alonso Quesada continuó, al menos hasta diciembre de 1930.  En todas ellas Carmen regala palabras de apoyo y cariño a la joven viuda; y no falta consejos de hermana mayor y sabia.

Ha sido para nosotros un verdadero dolor la pérdida de este hermano espiritual que se libertó y se fue. 

Dé usted muchos, muchos besos a la niña en mi nombre, y recíbalos usted como de una hermana que adorna su alma buena y amante (marzo de 1926) 

Mi queridísima Rita 

Recibo su carta impregnada de ese dolor y melancolía que le ha dejado la desaparición de nuestro no olvidado Rafael. Yo comparo a este con Leopardi, en un artículo que acabo de escribir para La Esfera. Un alma tan grande que no pudo resistir la cárcel de su propia materia y vivía atormentada por esa esclavitud y la vulgaridad de lo que lo rodeaba. Fue usted el único punto luminoso en su vida, pero llegó a ella demasiado tarde para salvarlo. Su hija le hubiera recompensado de todo y no tuvo tiempo de gozar su cariño. ¡Triste suerte la suya! Confirma lo que dijo Leopardi: “A mayor excelsitud, mayor desdicha.” (octubre de 1926)

Mi querida Rita

Me asusta un poco lo que me dice usted de su precocidad (de la niña). No le enseñe usted nada aún. El mejor sistema de educación es rusticar a los niños, que jueguen y no aprendan nada de memoria. Sólo a leer muy poco a poco, que vengan a saber a los 10 años. Claro que el no enseñar no es no educar. Hay que despertar y guiar su sentimiento y su imaginación. Hablando mucho, no mentirles jamás. Si una cosa no se les puede decir, callar, pero no mentirles. Contarles muchos cuentos. Hacerles amar la naturaleza, los animales, los desventurados. Tener firmeza para que obedezcan sin esfuerzo y nada más. Bien educado el sentimiento y sano el cuerpo y el alma, despierta la imaginación, el aprender viene después y se saca fruto. Comenzar por enseñar es atrofiar la inteligencia y perjudicar la salud. 

Dispénseme estos consejos, hijos de la experiencia y de lo mucho que quiere a usted y a nuestra Amalia-Teresa (mayo de 1927)

 Me es muy dulce saber de usted y de su hijita, a la que quiero como a una verdadera sobrina, porque ya sabe usted que es mucho el cariño que profesaba a su padre y que lo partí [sic] con usted, la única que supo darle días de felicidad y comprender su espíritu de elección. Creo que usted como esposa y yo como amiga, somos las que más lo comprendimos. (diciembre 1927)

La última carta conservada de la gran escritora (¡qué pena que no conozcamos las redactadas por Rita Suárez!) expresa el final resignado que esperaba a las dos mujeres, cada una con su problema a cuestas.

Mi querida Rita, su carta última me ha parecido más optimista, quizás por traer ese retrato de Amalia-Teresa. ¡Cuánto me ha hecho recordar a su desdichado y noble padre! Tiene de usted y de él. Se la ve inteligente, muy graciosa y expresiva. Espero que esa estrofa-viva que dejó Rafael sea su consuelo. Yo no soy feliz ahora, porque tengo también a mi hija delicada de salud y me inspira serios temores. 

No tengo ilusión de nada. Soy ingrata tal vez con todos, pero ni siquiera escribir puedo. 

Grave era el problema que vivía Carmen . No era el mayor la enfermedad del corazón que padecía sino la asistencia a su hija que en 1929 había regresado de América, fracasada como actriz, divorciada y padeciendo adicción a la heroína. Su madre se volcó en su cuidado; pero su gran esfuerzo no pudo evitar el final desastroso que tuvo que sufrir. Aún tuvo ánimos Carmen para defender sus ideales de siempre tras el advenimiento de la República (el voto femenino, el divorcio, la abolición de la pena de muerte, la igualdad jurídica entre hombre y mujer…). Murió en plena actividad (daba una conferencia sobre la sexualidad de la mujer) el 19 de noviembre de 1932.

Fig. 3: Dibujo de Rita Suárez, dedicado a Saulo Torón, 1915

Durante estos años, Rita Suárez logró salir adelante con su hija, al calor de su familia y ejerciendo trabajos propios de su educación, como atender a una librería. El amor llegó de nuevo a su vida; y, casi coincidiendo con la muerte de Carmen, contrajo matrimonio feliz con Rafael Roca Suárez, que le dio tres hijos. Murió en septiembre de 1989, con la actitud de serena y plácida de resignación que siempre la había caracterizado. 

NOTAS

NOTAS
1 Uno de sus mejores poemas, dije. Y así me lo parece. En él, La oración de todos los días, puede verse una biografía sintética del poeta; incluso en los pocos versos que cito ahora.  El poema se recoge en la “selección de textos” de https://www.academiacanarialengua.org/archipielago/alonso-quesada/#start
2 Esa correspondencia se encuentra, digitalizada, en el Archivo grancanario de la Biblioteca Insular de Las Palmas. 
3 Recordemos que Carmen era ya periodista y conferenciante acreditada cuando dirigió el proyecto de Revista Crítica, en 1908. Y también que fue espléndida impulsora de talentos jóvenes a quienes ofrecía su “Salón” tertuliano en Madrid, San Bernardo, 16. Allí, con el té de las cinco, Carmen disfrutó abriendo  camino a muchos artistas.
4 Véase el trabajo de Concepción Núñez Rey  en  1227-Texto del artículo-1527-1-10-20120801.pdf . Nuñez Rey ha escrito la mejor biografía de la escritora, que mereció el II Premio de Biografía Antonio Domínguez Ortiz 2005, de la Fundación José Manuel Lara (Carmen de Burgos, Colombine, en la Edad de Plata de la literatura española, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2005.
5 En trabajo anterior referí con más amplitud aspectos concretos a que vuelvo ahora. Puede verse, “Texto. Contexto. Pre-texto”, Revista de Filología, Universidad de La Laguna, nº 6 y 7, 1987-88, 93-102.
6 La foto de Rita Suárez que figura en estas páginas fue realizada por Enrique Ponce, tal vez en el 1921 del estreno de Llanura. Ponce se distinguió por sus fotos de artistas, de ahí que el atuendo de Rita en la foto parece ser propiedad del “fondo” del fotógrafo pues en el archivo informático del autor  aparece vestido por otra dama. Ese archivo registra una foto de Alonso Quesada con igual formato. https://www.fotosantiguascanarias.org/
7 Entre nuestras imágenes figura un dibujo de Rita (presunto autorretrato) que ella dedicó a Saulo Torón, su amigo y mayor protector cuando sobrevino la muerte del poeta. Ella nunca dejó de reconocérselo.
8 La mayoría de la correspondencia Carmen de Burgos-Alonso Quesada, aparece sin año de emisión. Los archiveros le han añadido -con muy bien criterio, pienso- el año indicado por C. Núñez en la biografía citada, siempre con la interrogación obligada.
9 Existe un legajo de las cartas de Alonso a  su esposa durante esas separaciones, de cuyo paradero no tengo constancia.