La poesía es un lenguaje universal que traspasa barreras y conecta directamente con las emociones más profundas del ser humano. En el vasto panorama de la literatura, siempre hallamos refugio en las palabras tejidas con maestría de talentosos escritores y escritoras. Una voz que se alza de forma crítica y transparente en el Archipiélago Canario, como claro referente en el panorama poético femenino de la posguerra, es Pino Betancor Álvarez, más conocida como Pino Betancor, cuya capacidad para reflejar su enorme pasión hacia las letras y su compromiso social se materializa, especialmente, en su obra Cristal, escrita en 1956. Se trata de un poemario caracterizado por un entramado metafórico que da voz a unos versos que fluyen como el agua cristalina de un manantial, y en donde despliega con sutileza la sinceridad de su voz de mujer.
Pino Betancor Álvarez, si bien nace en Sevilla el 30 de abril de 1928[1]La fecha de nacimiento de la poeta se fija en el 30 de abril de 1928 en Sevilla, si bien fue registrada en Madrid el 1 de mayo de 1928 tras la adopción por sus padres, hecho que ha provocado que la mayoría de las veces aparezca en su biografía un … Seguir leyendo fruto de una relación pasional y en inusuales circunstancias para la época, es adoptada por el canario Antonio Betancor Suárez y Lady Celia María de Gracias, quienes también mantienen una intensa relación en Londres, ciudad en la que se conocen antes de instalarse en Madrid. Él, natural de Gran Canaria, había sido enviado por su padre a Inglaterra como portavoz familiar del negocio de productos agrícolas isleños que, como tantos otros canarios, hicieron fortuna en la capital inglesa. Ella es española e hija de un embajador. Antonio Betancor, acostumbrado a destacar por su belleza, juventud y dinero, frecuenta las celebraciones del mundo burgués anglosajón. Es allí donde conocerá a Lady Celia, ya casada en esos momentos con un noble inglés entrado en años. No será esta circunstancia un impedimento para que ambos mantengan un affair. Así pues, decidirán huir a Madrid en donde se instalarán, tras una mediática polémica azuzada por los medios sajones. Pese a las adversidades de una relación que no se ajustaba a los convencionalismos sociales de la época, se casan y adoptan a una niña nacida en Sevilla (Díaz, 2022).

El alumbramiento de Pino Betancor está envuelto en un halo de misterio que no termina de resolverse. Posiblemente, naciera en un palacete de Sevilla y rápidamente fuese trasladada por su ama de cría a Madrid y, aunque nunca se ha conocido la identidad de la mujer que la dio a luz, esta aya realiza, en clandestinidad, el traslado de la niña beneficiándose, bajo juramento, de unos inmuebles en Madrid y otro en Sevilla a nombre de Carlos Fitz-James Stuart y Palafox, Duque de Alba (Díaz, 2022). Así, llega a la familia Betancor a Madrid, cuyos padres adoptivos la registran en la misma capital española.
La crianza de la infancia y adolescencia de Pino Betancor, nombre que se le puso en honor a su abuela paterna, doña Pino Suárez Angulo (Díaz, 2022) supone un período en el que se desenvuelve con soltura en varias lenguas como el inglés, el francés o el italiano, gracias a una esmerada formación cultural de manos de una institutriz de origen francés; y de los conocimientos adquiridos en un internado londinense durante los años en los que perdura la guerra civil española (María: 2016). Además, desde muy joven, se dedica a las grandes pasiones y que estarán siempre presentes en su vida: el canto, el baile y el teatro (María, 2023). Tanta es la pasión que siente por estas disciplinas artísticas que Betancor mantiene una conexión intrínseca entre ellas a lo largo de su existencia, canalizadas a través de la escritura. Así, en 1942, sin haber cumplido la mayoría de edad, reúne en Primeros poemas sus primeras manifestaciones poéticas. Asimismo, cuenta ya con dieciocho años cuando en el Ateneo de Madrid lee El extranjero (Garcerá, s.f).
Pino Betancor en la década de 1940
Tras una crisis personal motivada por la muerte de su madre y por la del director de La Traviata en el Liceo de Barcelona en 1950 (María, 2023), Betancor verá frustradas todas sus grandes inclinaciones artísticas. Entra en contacto con su familia paterna y se le abre todo un abanico de oportunidades al viajar a la isla de Gran Canaria. En la Isla conoce al que se convertiría en su pareja, el poeta José María Millares Sall, con el que contrae matrimonio en la parroquia de San Francisco de Asís el 13 de marzo de 1952 (Díaz, 2022). Este amor no será del agrado del señor Betancor quien no desea para su hija un matrimonio con un hombre, Millares Sall, republicano y de izquierdas y, además, escritor. Estas circunstancias desagradan en demasía al padre de la poeta. El matrimonio entre Betancor y Millares Sall se enfrenta a numerosos obstáculos debido a la fuerte oposición de la familia, que no lo acepta. Durante la ceremonia, el padre de Pino Betancor, quien debía ser el padrino, no se presenta, y para complicar aún más las cosas, el novio es arrestado injustamente debido a la represión del régimen franquista. No será hasta la segunda fecha fijada cuando, finalmente, se casan y será uno de los hermanos de Millares Sall el padrino, en concreto, Agustín (Díaz, 2022).
Los Millares Sall, familia de una gran tradición cultural en las Islas, propone a la poeta a colaborar con ellos en proyectos de renombre, como Homenaje a Maupassant, en la colección Planas de Poesía (María, 2023). De este modo, publica el que será su primer poemario Manantial de silencio (1951) considerado una de las piedras angulares de la poeta canaria, una obra que refleja una evidente tendencia juanramoniana debido a la aflicción que denotan sus versos. También está presente cierto regusto de estética dariana que vemos en la musicalidad de un ritmo que nos transporta al Modernismo más acendrado. Se hace palpable la añoranza y el dolor por la pérdida de su madre. Así, como señala María (2023), encontramos en este poemario la constante presencia de los elementos de la naturaleza, como el sonido del agua, que bien declama la partida de la madre, el amor infinito hacia ella y un vívido conflicto interno que mantiene altiva a Betancor. Sus palabras conforman un canto dedicado a la vida, una defensa a la poesía y a la naturaleza misma, como patrimonio natural del mundo.
Explorando la subjetividad femenina
Con la edición de Cristal, aparecida en 1956, cuatro años después de su matrimonio con Millares Sall, la autora va dando forma a un estilo y una temática que irán definiendo y consolidado los inicios de su trayectoria literaria. Su quehacer poético hila con sutil maestría un discurso en el que se evidencia su voz de mujer, una voz desde la que interpreta y analiza la sociedad en la que le toca vivir. La crítica literaria comienza a hacerse eco de sus publicaciones, y así Ventura Doreste afirmaque Pino Betancor es «autora cristalina, luminosa, vertida, y, sin embargo, en íntima comunión oscura con lo vegetal y el viento, con el mar y las estrellas» (Páez, 1999: 197). Sus versos se convierten en una ventana hacia su mundo interior, experiencia vital que esgrime mediante una minuciosa selección de imágenes, un estilo elaborado y la exploración de temas, como el deleite y disfrute de su cuerpo (VV.AA., 2007), desde un prisma erótico-sexual, sin dejar de lado el gran amor que siente hacia su marido. También nos brinda una mirada poética única sobre la realidad canaria: una escritura que refleja su preocupación social. Sus versos capturan la esencia de las islas y la belleza de sus paisajes naturales, sin olvidar la denuncia social. La autora logra transmitir la vitalidad y el espíritu de su tierra paterna a través de una lírica provocadora y reivindicativa. Muchos de sus poemas, expresados en primera persona, confirman una intensidad y fuerza que no pasan desapercibidas. Padorno escribe que Pino Betancor es al igual que Pino Ojeda o Pilar Lojendio «[…] una poeta del amor, […], mujeres de rancajadas voces» (Padorno, 2006: 7).

Cristal se divide en dos partes. La primera, titulada «19 canciones de agua y viento», refiere al público lector sobre aspectos de la naturaleza del Archipiélago Canario. Los 19 poemas forman una armoniosa amalgama entre la poesía y el canto. La autora explora su feminidad, su identidad y la experiencia femenina desde una mirada personal. No debemos olvidar que desde la mirada patriarcal que permea nuestra cultura, resulta necesario para las escritoras encontrar su espacio y una voz desde los que deconstruir una tradición que las ha ninguneado. En el proceso de socialización, como resultado de una educación diferenciada, la escritura de las mujeres debe afirmar su espacio en «la red de transmisión de la cultura común […] para contribuir a la transformación de acceso a esa cultura y hacer posible que la diferencia de los sexos pueda ser vivida a través del imaginario literario y de la simbolización literaria» (Ibeas, 2000: 58). Y Pino Betancor verbaliza ese imaginario literario a partir de representaciones simbólicas para reivindicar el deseo y el erotismo, en muchas ocasiones, a través de la naturaleza:
Quebrado junco del viento.
Tibia y rosada mejilla,
dormida bajo una nube
que se convirtió en sombrilla.
Amarilla.
El cuerpo no es sólo cuerpo
cuando el aire se arrodilla
para besar a una rosa
que entre la espesura brilla.
Amarilla.
El cuerpo no es sólo cuerpo.
Ay, cómo se maravilla
de siendo barro y no cielo
poseer su azul semilla.
Amarilla. (Cristal, 26)
El cuerpo de la mujer ha sido, tradicionalmente, sexualizado, negado o silenciado. Como fuente de pecado en la imaginación judeocristiana, una consecuencia de esta cosificación ha sido el control y la estigmatización del cuerpo de las mujeres, la reducción a su capacidad reproductora, la negación del deseo femenino o la insignificancia de su cuerpo. No podemos olvidar el mito de Eva como pecado original o el de Pandora, como origen del mal, y su influencia en el imaginario social. Así, «la malignidad femenina se ha convertido, tras una elaboración literaria, en una justificación ética de los males del mundo, dotada de una poderosísima influencia» (Millet, 2018: 113). Lo mismo ocurre con el deseo femenino. La identidad de las mujeres y la construcción de un espacio erótico supone subvertir la mirada hegemónica que ha convertido el deseo femenino en algo execrable. No está resultando fácil desasirse de estos estereotipos sexistas, de ahí que al contextualizar la obra de Pino Betancor, observamos el uso de elementos simbólicos que le permite formular el deseo femenino y reformular su devenir-cuerpo despojado de la culpa y el pecado:
¿Dónde irás, amor mío, que yo no vaya?
Lejos la noche cruje sobre las ramas.
Lejos el agua gime blandas canciones
y algas de luz se encienden sobre el salobre
silencio de la arena, cuando la luna
baña las caracolas de tibia espuma.
Dos pájaros de sombra buscan sus nidos
y la espada del viento hiere los lirios.
Ay de mi cuerpo lleno de madrugada.
¿Dónde irás, amor mío, que yo no vaya? (Cristal, 12)
En la obra impera el uso de diferentes recursos literarios como repeticiones, personificaciones y metáforas aunque destaca, especialmente, el empleo del simbolismo, que se hace presente a lo largo del poemario de manera constante (María, 2019). De este modo, se nos hace imposible obviar la evocación al placer y a la sensualidad por medio de estas figuras. El estilo modernista también se manifiesta en sus versos a través del uso simbólico del color azul, que se repite en varias ocasiones. Podemos apreciarlo en el poema «Al Alba», donde escribe: «de esta azul corteza amarga»; o en este otro verso con una fuerte carga nostálgica: «las raíces azules que anudan mi tristeza». Pero no son los únicos, ni tampoco el único símbolo: los lirios, el agua, las rosas o la luna, son muchos otros que la autora emplea en sus líneas para resignificar la naturaleza hacia un erotismo inusitado.
Por otro lado, encontramos también versos que son toda una declaración feminista actual. Se trata de una mención especial a la creación poética, dedicada a Sor Juana Inés que recibe por título este mismo nombre y contiene un sinfín de elementos eróticos. A cada verso nuevo, una nueva mención:
Monja de luz, no sabías,
ahogada entre blanca tocas,
si era una llama tu cuerpo
o era tu cuerpo una rosa.
Nacida para ser río
te recogiste en laguna,
pero en la noche palpita
el nardo de tu cintura. (Cristal, 27)
Betancor parece estar convencida de que Sor Juana Inés de la Cruz nació para dar todo de sí misma como mujer (“para ser río” y no “recogerse en la laguna” en la que se ha convertido, es decir, el rumbo libre que ofrece el símbolo del río frente al estancamiento de la laguna), para ser completa y plenamente. Sus letras transmiten excitación forjada en forma de canto, una excitación que orillará en un amor sensual (“pero en la noche palpita/ el nardo de tu cintura”), siempre disfrutado en una libertad que por fuerza se le antoja a la poeta como necesaria. Millares Martín (2010) nos muestra cómo nuestra escritora se dirige a Juana de Asbaje como si la tuviese frente a sí, de creadora a creadora la interpela preguntándole por qué nunca escuchó lo que la vida de mujer le tenía preparada, por qué optó por guarecerse en un convento, por marchitarse entre sus muros:
Muerta tú y eras la vida.
¿Qué temor niño y primero
te hizo cerrar tan deprisa
las puertas del universo? (Cristal, 28)
El segundo apartado, titulado «22 poemas de arcilla y cristal», encontramos versos que seducen por medio de la seguridad que demuestra Betancor como su voz femenina que dirige a su esposo (María, 2023). Es importante destacar que lo seduce, lo reclama y lo invoca en sus letras con un éxtasis de pasión y disfrute ardientes. Invita al público lector a entrar en su universo más personal e íntimo, un universo que adquiere una dimensión universal. De la misma manera que explora los encuentros amorosos con su amado y proclama, abiertamente, su entrega al deseo que quiere consumir. Se nos muestra la auténtica Pino Betancor, una artista plena, entregada al mundo de lo sensitivo, en el sentido más corpóreo del término, como observamos en los siguientes versos:
Cuando llega la noche hay en el aire
un primitivo olor de flores blancas,
una fragancia sofocante y honda
de jazmines y rosas incendiadas.
Hay un sensual olor a madreselva,
gimen de amor los ríos y las plantas,
y hasta la luna pierde su pureza
ante el lascivo palpitar del agua.
Amigo, yo te espero en esta hora
en que la sangre ardiente se desata,
con las manos colmadas de caricias
bajo la verde luz de las acacias. (Cristal, 32)
En esta obra explora la representación de su subjetividad, y refleja la imagen de una escritora que escarba en los espacios prohibidos para las mujeres con el fin de ofrecer referentes alternativos, referentes silenciados de multitud de mujeres anónimos que no han podido alzar su voz. Pino Betancor se presenta a sí misma como una mujer decidida, rebosante de vitalidad pero también cálida y cercana. Cristal se erige como una de nuestras mejores manifestaciones literarias isleñas con la impronta de una voz propia. Asimismo, Blanca Hernández comenta que «Pino Betancor […]escarba en el rincón oculto de la memoria para recuperar el aroma perdido del recuerdo. […] y construye un edificio de cristal y luna en donde guarda el amor y los sueños que se acaban» (2004:16). Así, el público, el lector se enfrenta a la reflexión introspectiva de Betancor, basada en su vivencia personal, sin que llegue a convertirse en una especie de autorretrato. En lugar de eso, la autora aborda y plasma, a través de una selección minuciosa y consentida de las palabras que conforman los versos, sus deseos más profundos como mujer, entendida esta como sujeto- mujer creadora; no como sujeto paciente (Galdona, s.f.). La autora explora temas como el deseo y el disfrute desde la perspectiva de una mujer como sujeto, renegando de la idea de ser objeto (VV.AA:, 2007). Cristal está «dedicado a su marido y significa un descubrimiento del amor y de la sexualidad, así como la certeza de poder crear desde su carne, arcilla que puede esculpir vida» (Barrera, 2020: 10).
Asimismo, Pino Betancor destaca no solo a través de la poesía de corte social, sino también por su predilección por el mundo dramatúrgico, la danza y la canción. En el año 2000, varias de sus canciones escritas fueron musicalizadas y entonadas por ella misma. Logra «mezclar de manera única el compromiso social con su experiencia personal» (Hernández, 2003: 54). Sus textos revelan una estrecha relación entre la vida, el lirismo y la expresión más sencilla y directa. Del mismo modo, cabe resaltar que poemarios, como Las moradas terrestres (1976) y Palabras para un año nuevo (1977), marcan un cambio en su poesía, donde ya no predominaba la problemática individual, sino la preocupación colectiva (VV.AA., 2007). En estos libros, la colectividad prima frente a su devenir como individual, y da voz a la denuncia social, fiel a su compromiso ético, a su responsabilidad como ciudadana. Su compromiso y denuncia social se materializan en unos versos sutiles, de anhelado afecto, con palabras de emotividad y de alabanza al trabajo y esfuerzo, así como el peso de lo cotidiano, siempre desde un lenguaje sencillo y personal, que infunde a sus palabras un ritmo de sosiego y paz, a la vez que busca la perpetuación de principios sociales valederos. Como señala María, «se trata de su poesía más pública y colectiva, social y militante» (2023:13). Se alza, entonces, un momento de resarcimiento tanto en el ámbito literario como en la vida pública de Pino Betancor, quien continúa durante los años ochenta y noventa con publicaciones como Dejad crecer la hierba (1983), aunque no verá la luz hasta el 2002; Las oscuras violetas (1987) o Las playas vacías, publicada en 1991; Luciérnagas (2000) y Las dulces viejas cosas (2001). Se trata de poemarios publicados antes de su fallecimiento el 3 de enero de 2002, en Las Palmas de Gran Canaria. Póstumamente, se acopian poemas inéditos de la autora, plasmados en diferentes ediciones, como La memoria encendida (Poesía Inédita) (2003), en el que figuran Sonetos clandestinos, Cantos personales y La rosa y el resplandor, entre otros. También, Memoria viva de Pino Betancor editado por El Museo Canario y cuyo análisis, selección y comentarios fueron llevados a cabo por Alicia Llarena (2003).
Su legado poético, sin embargo, perdura y sigue vigente gracias a la búsqueda constante de críticos literarios como Elica Ramos, Blanca Hernández Quintana, Sharon Keefe Ugaldes, José Carlos Cataño y Miguel Martinón (María, 2023), quienes la han estudiado e incluido en múltiples antologías, encuentros y congresos. Asimismo, destacamos, especialmente, la reciente aparición de la edición de Daniel María de Sombra de rebeldía (2023) de Pino Betancor.
NOTAS[+]
↑1 | La fecha de nacimiento de la poeta se fija en el 30 de abril de 1928 en Sevilla, si bien fue registrada en Madrid el 1 de mayo de 1928 tras la adopción por sus padres, hecho que ha provocado que la mayoría de las veces aparezca en su biografía un supuesto origen madrileño. Recientemente, en el año 2022, un artículo titulado «Te casaste con la hija de Alfonso XIII», escrito por Miguel R. Díaz de Quintana, deja entrever que la poeta nació en otra fecha, el 4 de marzo de 1928, siendo este único documento de dominio público el que hemos encontrado hasta el momento que lo verifique. |
---|